16 de diciembre de 2012

Su imagen.

Su mirada es un tibio aderezo.
Su frente es un naufragio silencioso.

El pelo que sostiene dibuja siluetas rocosas, sin orden ni concierto; es todo un paisaje lánguido y azul claro. La punta de su nariz está enrojecida, pero sus mejillas aún no se han encendido.
Esa chica acaba de llegar a algún sitio.
No se adivinan muy bien algunas pequeñas heridas en su boca, pero las tiene. El labio superior es tan fino y débil que al espirar se estremece. En sus manos pequeñas y fuertes las heridas son más evidentes. Algo de lo que no está muy orgullosa.
Por la calle cantaba en susurros porque prefiere pensar quieta.
La sombra en su barbilla es una niebla casi imperceptible. Se protege con un pañuelo y se tapa con su pintalabios. Sus ojos la ponen en peligro.

Su mirada es un tibio aderezo, su frente es un naufragio silencioso y ,al mismo tiempo,fuegos artificiales alumbran la costa. Rugiendo con el viento. Hay mucha vida dentro de ella.

11 de noviembre de 2012

Tristemente incapaces de sentir

Hoy ha manado mi inspiración y mis ganas de escribir tras leer un artículo de Javier Marías que, como de costumbre, hacía una crítica social genial que me invitaba a la reflexión.
Al final del texto y como conclusión, una pregunta espléndida con la que terminar su escrito: "¿Alguien piensa?". Una cadencia rota con la que se te cae el alma a los pies. Un punto y coma desafiante...
En nuestra sociedad hoy en día, pocos son los que piensan. Ha llegado un momento en el que me parece que casi todo el mundo a mi alrededor duerme en los laureles, cómodos y conformados con obedecer las órdenes o consejos que les dictan sus padres, jefe o profesor. Con metas fáciles y cortas para no enfrentarse a sus verdaderos deseos, que suelen ser menos accesibles. Con frases rápidas y absurdas que han sido dichas sin pensar, y que dañan la integridad de otros. Moviendo antes los músculos que el cerebro. Con un afán de ignorancia tal, que sorprenden día tras día.
¿Cuál es el problema? ¿Qué falla aquí? No piensan, nadie piensa, nunca. Es demasiado grande para muchos el desafío de enfrentarse a la vida, de conocerte a ti mismo y al resto, de aceptar que quieres cambiar las cosas, de tomar la iniciativa...
¿De verdad creéis que es eso lo que falla?
En mi opinión, el problema reside en otro aspecto fundamental que se encuentra dentro de todos nosotros (aunque a veces parezca mentira). Esta sociedad es degradante precisamente porque nadie siente.
El amor hacia uno mismo y la estima suficiente como para guiarte hacia donde realmente deseas, la fuerza de voluntad para luchar, el cariño y la transparencia para dar a los demás una parte de ti mismo, sin peros, sin trucos. Y sobre todo la capacidad de amar. Cuántas cosas podríamos cambiar si la gente fuese más sensitiva, más expresiva y estuviese dispuesta a arriesgar para amar. Cada minúsculo aspecto de sus vidas cambiaría por completo y nos comprenderíamos mejor los unos a los otros. Y con suerte, y una vez la gente amase, también pensaría. Sin embargo cuántos se engañan dándose aires de autosuficiencia cuando en realidad necesitan un confidente, un amigo o un alma gemela. Cuántos van buscando rollo de aquí para allá sin haber experimentado nunca lo que un verdadero amante puede darte. Cuántos no entienden la promesa de un abrazo o les parece indiferente un beso. Y cada vez desde hace años voy dándome cuenta de todo ello...
[...]"Una nueva era estaba a punto de comenzar:
la del autómata insensible
sin capacidad de amar.
Consumidor de respiros de vida
que no se ahoga por la superficialidad
que le conduce a su muerte.
Obsesivo maquinador
de ofertas vacías,
amante del sinsentido."[...]

Así que, ¿alguien siente?

[...]"Quema todo y arde con ello,
pero como no siente,
es inmune al dolor
y al resquemor de perderse entre ninguna parte."

11 de octubre de 2012

¿Conciertos o concursos?

A esto es a lo que os conduce la competitividad, amigos.
Tener que escuchar a alguien pensando en si lo hace "mejor" o "peor" que uno mismo, eso no es escuchar. Buscar el fallo en las teclas ajenas. Pudrirte el oído.
No son músicos aquellos que no anteponen la música a cualquier otra cosa. Y música es vida, amigos. Sí, es alegría, tristeza, melancolía, arrebato, furia, desengaño,... Pero nunca, jamás la música se reduce a un maldito concurso.

Morderse la lengua para no estallar cuando no te sale tan bien como al otro. A un verdadero artista sólo se le permite morderse la lengua cuando su arte no le gusta. Si tienes que esperar a hacerlo cuando te comparas con otra persona, bravo. Bravísimo. Puede usted encargarse de pasarle las páginas a la fuente de su envidia mientras toque. Pues usted no sabe valorar.
Y un músico, desde luego, debe aprender a valorar.

Dar un concierto para demostrar que eres mejor que otros. Pensar en el juicio y no en el placer. En la empresa y no en el Arte.

Es todo asquerosamente banal. Pútrido. Decepcionante. Incluso indignante si te das cuenta de que tanta, tantísima gente piensa así.
Y sabed, amigos, que se acaba sufriendo. Lo sé. Se sufre y te hace daño cada una de las comparaciones que hagas. Y no es el riesgo de perder una competición, no. El sufrimiento llega cuando te das cuenta del fin por el que te has movido. Te percatas de que es tristísimo y decadente desvirtuar el arte por el que sacrificas tantas horas. Sí...
Y ayer veo a una pobre chiquilla sufrir y morderse la lengua así por comparar su resultado con el de su acompañante. No os lo perdáis, amigos: en música de cámara. Compitiendo con su acompañante, por dios...
Ojo, no infravaloro la comparación en sí. Está bien dentro de unos límites (que debes aprender) en los que lo haces para mejorar tu calidad musical, no como medio; sino como fin. Me explico: No quieres ser bueno tocando un instrumento para ganar a nadie. No es un medio para conseguir nada. Todo el esfuerzo que ha requerido es el medio para conseguir ese fin, el tocar bien. E ahí la diferencia entre músico y concursante. Y la sé, la conozco puesto que yo misma he competido y más tarde me he dado cuenta de que lo estaba haciendo. Hoy en día parece tan intrínseco en el músico, sobre todo en el estudiante, que compita contra otros... Me entristece, vaya... Y eso que pronto afrontaré el Superior, en el que desde luego me han dicho que hay mucha más competitividad.
Yo haré la música sin ganar a nadie en nada.
Y a madurar, hombre...

9 de octubre de 2012

Los combos de ahora

Te espera tras la puerta, y recibes de sopetón su mirada fija. Hace algún ademán con la cabeza y su flequillo negro como el tizón oscila sobre su frente. Te recibe con una sonrisa de las suyas, de las que dan alivio.
Te sientes observada, quizá por la naturaleza de la mirada de antes. Probablemente por eso, ya que al volverte él está haciendo sus cosas, distraído...
Cuando habla, él mira a la nada y lo mira todo a la vez. Cuando piensas que va a decir algo inteligente, dice algún comentario simple, o hace referencias a guitarristas famosos o a grabaciones.
En clase te pide que lo hagas todo tú. Te mira y espera pacientemente que lleves la iniciativa. O quizá te escucha al mirarte. Pero tú, al saber y notar que tiene la vista clavada en ti, esa mirada tan rara, tan tan atenta... Te entra prisa, te colapsas.
Y de repente es como si no supieras nada. Te vuelves un alumno ignorante e inocente. Uno más. Y eso en el combo pasado no te ocurría... Tú eras la teclista, tú eras Carol. Yo buscaba los sonidillos raros y le hacía gracias a Yiten.
Y ahora... a cada segundo que le sostienes la mirada, aunque sea hablando, te escruta.
Sus ojos negros, negros.
Negrísimos.
Un negro sin fondo. Negro de abismo.
A veces me da miedo y me atrae al mismo tiempo. Otras veces echo de menos ese marrón sencillo y gracioso. Tan simple y tan coquetuelo. Y ahora este color es raro, un poco extravagante de más...

1 de octubre de 2012

Todos llovemos.

Esa mujer hermosa. Esa mujer que mira a través del balcón, con las piernas encogidas y los brazos sobre sus rodillas, con las manos colgando, ásperas, delgadas, con las uñas largas cayendo hacia ninguna parte. Reflexiva y distante, desde donde la miro puedo entrever las líneas que se le dibujan junto a los ojos, la arruga que tantas sonrisas antes le dejarían en su blanca mejilla con el paso del tiempo. Miraba hacia la cornisa siguiendo con su mirada cansada las miles de gotas que caían y se desvanecían.
Las culturas antiguas sabían que la lluvia es curativa...
A la mujer se le dibuja una sonrisa melancólica en el rostro.
"No quiero que me golpeen", le dije.
Ella no contestó. Simplemente dejó de sonreír. Su mirada seguía fija en la lluvia. Se encendieron y se apagaron las luces de la calle dos veces. Escuchábamos truenos sin parar, pero no se veía el resplandor... Vaya, qué ironía... No se veía el resplandor...
-Quizá... deba actuar ya -mascullé-... Digo tantas sandeces... y no paro de recapacitar. No sé si debería darle tantas vueltas. Hay gente que dice: buenos y malos. Y ya no es tan difícil para ellos. Pero creo que cada uno tiene sus intereses. El problema es que no debería estar todo esto organizado así. Se pasa por alto la verdadera moralidad, y sólo se defienden con trapos sucios, está claro, desvirtuando el lenguaje, sin disciplina y con mucha demagogia. Ahora, se han visto sorprendidos por la lluvia. Y se han dado cuenta de que ya estábamos bastante calados desde hacía tiempo...
La mujer alzó una mano lentamente. Yo dejé de hablar, y me encorvé un poco.
Ella volvió entonces la cabeza hacia mí, rápido, para mirarme inmediatamente, para atraparme.
No, no lloraba. Peor. Era horrible.
Caía lluvia de sus ojos. Lluvia.
Me asusté, retrocedí rápidamente y me choqué con alguien que me esperaba detrás.
Me di la vuelta...
Era un hombre ciego, con sus gafas de sol y el bastón para tantear por dónde andaba.
"¿Te has perdido?", me preguntó.

25 de septiembre de 2012

Nueva libreta, nueva historia.


Busqué entre varios modelos la que tuviera la portada más bella, la más viva y la más expresiva de todas. Había algunas que parecían manteles de cocina, otras bastante poco creativas, e incluso vi una cuyo dibujo parecía esa parte con cipreses de la Noche estrellada de Van Gogh... Era bonito. No esperaba encontrarme con un Van Gogh entre los dibujos de personas con discapacidades mentales (yo sinceramente admiro su creatividad), a veces los infravaloramos, otras veces, ni siquiera nos paramos a valorarlos.
Pero este lo vi, y me encapriché.
Así, rápido, sin dudas, estaba mirando ese puestecito del mercado medieval de Petrer, buscando lo que suelo buscar (collares, sobre todo, me encantan...) y le eché un ojo a todas esas libretas apiñadas, acordándome de la que ya gasté hoja tras hoja, la que llevé en mi estuche durante todo el curso. La portada era de color rojo vino, lisa, con las anillas en la parte superior, y escribí con tinta negra mi nombre y apellidos. Bastante formal, demasiado seria para mí...
Así que esta libreta es otro cuento.
Esta libreta no la comienzo con críticas hacia Platón ni con desengaños amorosos.
Esta libreta la comienzo con más experiencia, con más ilusión.
El sol, la clave de sol, las flores de colores y la negra... Lo interpretó mi mente en una milésima de segundo y le gustó, vaya.
¿Qué sensación os da? ¿Qué creéis que habrá escrito en ella dentro de un tiempo?

9 de julio de 2012

El ojo de gato

Hoy he cogido el cuaderno de dibujo.
He salido afuera y me he subido de un salto en la mesa de los gatos. Es la mesita de mi infancia.
He abierto el cuaderno. Sólo tenía un bolígrafo viejo, de los de publicidad.
Con él he dibujado el ojo de un gato.
Luego he vuelto a mirar el ojo, y luego, el dibujo. Pero no me ha gustado. Faltaban sombras, faltaba contraste. Qué difícil es hacer vida en un papel...
Le he dado la vuelta a la página, y me he vuelto a encontrar el dibujo del pajarillo. Y el de la Maja y el Ruiseñor. Y el de la Humanitas frustrada.
Y luego me he mirado a mí misma.
Y me he aburrido y me he ido.
Me he ido...
...a encontrarme de verdad.


6 de julio de 2012

Echo de menos

Yo echo de menos...
A alguien, a varios, a algo...
Echo de menos muchas cosas pasadas, y muchas que podrían suceder.
Pero, sinceramente, no sé exactamente qué es lo que extraño tanto.
Piensa, Carol... no. Siente...

Un abrazo. Sí, mil abrazos. Desearía que ahora todas y cada una de las personas que me sonríen a diario me diese un abrazo. Hoy en día parece que cualquier gesto de cariño es un bien escaso. Pero yo los anhelo. Las amigas de toda la vida ya no suelen dar abrazos, porque son de toda la vida, la costumbre lo enfría todo...
Con la familia, otro tanto. Excepto cuando no ves a tu hermana desde hace meses, entonces claro, por lo menos uno y bien fuerte, no te lo quita nadie...
Los compañeros, las pequeñas amistades no suelen darlos. Falta de seguridad.
Los profesores, incluso los más simpáticos, tampoco. Profesionalidad, supongo.
El amor... El amor sí, y muchos, muchísimos, por su incondicionalidad.

Abrazos...
Los echo mucho de menos...
A pesar de no haber tenido nunca todos los que anhelo.
Frío...

2 de julio de 2012

Así, tan simple, tan rápido

- ¡Hola!, creí oír de su amplia, blanca, perfecta sonrisa.
-Hola, Rocío; dije yo, perpleja, manteniendo la sonrisa para recibir su cálido saludo.
Hacía calor, mucho calor, y la habitación estaba en penumbra. La música rebotaba de un lado a otro de la sala y el ritmo latino se clavaba en mis sienes. Aprovechando el momento, la alegría del ambiente, la fiesta, y con medio cubata en mano, me dispuse a bailar con mis amigas en el pequeño escenario. Y ella, Rocío, estaba detrás de mí bailando también. Ella, una Rocío que poco o nada conozco, ella, Rocío, una antiquísima amiga mía, de mi infancia, mi íntima compañera en las clases de ballet a los 7 años. Me saludó, de repente, cuando me di la vuelta mientras bailaba y hablaba con mis amigas. Rocío, un pequeño espejismo que había visto durante mis años en el instituto como un recuerdo difuso de alguien a quien conocí- y bien- hace mucho, mucho tiempo.
-Íbamos juntas a ballet, ¿te acuerdas?
La miré durante el tiempo suficiente para corroborar que estaba mirándome, que esperaba una respuesta y que mantendría esa sonrisa durante toda nuestra conversación, seguramente. ¿Pretendía hacerme ver que estaba feliz de volver a hablar conmigo? Podríamos haber hablado mucho antes... Pero sí, yo también estaba feliz, aunque sorprendida.
-¡Ay sí, claro que me acuerdo! -sonreí, esta vez espontáneamente- ¿Qué tal va todo?
Me contó que le iba muy bien, que estaba contenta de saber que a mí también me iba bien, hablamos sobre la fiesta y... entonces fue cuando sacó el tema.
Que este año había abierto los ojos con Fernando. Que es una persona muy especial, que le había enseñado a preguntarse cosas sobre el mundo de las que nunca antes había dudado. Que, habiéndose criado en un ambiente muy capitalista, él le había abierto los ojos.
Yo la miraba, perpleja, contenta pero algo extrañada. Le había abierto los ojos. Le sonreí de nuevo y, entre el ambiente agobiante de tantos cuerpos bailando alrededor de nosotras y demasiado cálida sonrisa, sólo se me ocurrió contestarle que, en efecto, era una persona muy especial.
Me habló de que le había comentado algo sobre la visita a Villena y yo le invité a venirse cuando supiéramos cuando íbamos a ir. Fuimos a por los móviles, cogí su número de teléfono y nos separamos. Así, tan simple, tan rápido.
Ella es desde luego una chica muy guapa. Forma parte de un grupo con el que no simpatizo pero ella, desde luego, es muy agradable. Es muy presumida y le gusta vestirse bien y maquillarse. Es físicamente muy madura y parece gustarle mucho comprar ropa y estar rodeada de amigos. Y yo, más baja que ella, bastante más diferente. Nos une el hecho de que compartimos aquel año en la infancia siendo muy buenas amigas, y el que Fernando probablemente le hubiera hablado de mí.

Ahora estoy mirando los contactos del móvil. "Rocío Fhj", la guardé así. En esas tres últimas letras aleatorias está encerrada su identidad, la idea de que es esa y no otra Rocío.
He recordado de repente el momento en el que dijo que se había criado en una sociedad capitalista, que él le abrió los ojos.
Y ahora estoy recordando aquel momento de la noche en que, por última vez, la vi bailar y mover su faldita mientras cantaba con un amigo una canción pop. La misma sonrisa, la misma para aquel chaval. Parecía estar aparentando, ¿o quizá no? No lo sé, pero deseé que no fuera así. Miré sus tacones, miré su pintalabios. Recordé que no había una sola vez que la hubiera visto sin estar arreglada.
Recordé tristemente "Me ha abierto los ojos"...

30 de junio de 2012

La percepción del estío

Bien distinta, desde luego, dependiendo de cada cual...
Hay quien lo vivió como un cansado y sufrido calor, con la vida encerrada en cuatro pájaros, con la pasión desatada en una espontánea tormenta de verano...


Hay quien lo sintió con una atmósfera pesante, con pasión, sutileza femenina y arrebato masculino, un estío sensual, dramático y complejo en su más simple naturaleza...


Y otros lo conciben como un momento recostados, viendo cómo juegan los niños bajo el sol. Silencio, calor, luz, brisa leve. Recuerdos...



Es importante saber qué es para uno mismo el verano. Es importante conocernos en cualquier estación del año.
Así, yo soy plenamente consciente de que no soy la misma. No, cambio mi estado de ánimo, muto a cada mes. El tiempo, la luz, las hojas de los árboles...
No es tan difícil como parece. Párate un momento, sí, tú, y observa un árbol. Míralo, no es el mismo. Siéntelo. Eres tú.
El caso es encontrarte. El caso es saber qué te ocurre cuando, tumbada en tu habitación, no quieres moverte, no necesitas moverte.
Y te distraes minuto tras minuto con tu polo de horchata de sesenta céntimos.
Y no necesitas nada más para sentirte llena. No llena, rebosante.
El verano es para mí un tiempo de esperanza. Una amplia apertura al curso, un cielo azul y enorme. Es un tiempo de alternar el descanso con el pensamiento. Nada te distrae en verano. Es un tiempo de vivir fiestas y jolgorios, de reírte a carcajadas con los amigos. De sentirnos un poco más libres, lo seamos o no.


Pero este es un concepto de verano que poca gente en el mundo puede tener. Quizá esa mayoría de gente invisible, inaudible, que se encuentra mayormente en el otro hemisferio, tenga un verano... de Vivaldi...

22 de junio de 2012

Nostalgias en el avión

En esta vida todo tiene un precio. O eso dicen.
Viendo las nubes cubrir como una gran sábana los prados de Inglaterra, con las risas y los gritos espontáneos de un niño tras de mí, con una leve sensación de sueño que me adormece y a la vez me embriaga.
En esta vida todo tiene un precio, o eso se aventuran a decir quienes lo han pagado caro.
Para mí, todo esto es un regalo inmenso. Creo que estas vivencias, estas pequeñas experiencias surgidas una tras otra, fuera de nuestra hipotética rutina y vividas fuera de la hipótesis, me enriquecen y me ayudan a crecer. No hace falta deformar el valor de algo por lo que cueste conseguirlo.
¿Que cuál es el precio de esto? Comprobar, quizá, hasta dónde es un regalo y hasta dónde sale caro.
Y es que es evidente que la gente más experimentada suele parecer más desengañada, más pesimista, parece que la jugada les ha salido bastante cara... ¿podría ser así? Y es entonces cuando se aventuran a decir que todo tiene un precio. Pero eso es porque desgraciadamente han olvidado los regalos.
Aquellos que les son dados y los que ellos mismos dan. Se olvidan de todo, se encierran en sus fracasos o en sus errores, buscando la salida en una ironía amarga y en el conformismo. Pero es muy fácil la salida a esto.
Que miren a los ojos de quien te ha regalado algo.
Que no digan nada y sólo expresen con la mirada el significado que ha tenido para ellos.
Y finalmente, que cumplan con sus palabras lo que su mirada ya había dicho a gritos.
Conseguirán con estos tres pasos recordar ese regalo. Conseguirán además regalarle una gran, gran sonrisa a quien te lo haya dado.
Y la vida entonces se convertirá toda en un regalo. Tuyo, suyo y vuestro.
Y no tendrá precio, no. No tendrá precio...

7 de junio de 2012

Sin ojos

Lo perseguía, lo perseguía, lo estaba persiguiendo.Corría con sus cortitas piernas por delante de mí, agitando sus brazos sin sentido, sin seguir el compás de las piernas. Era gris, sí todo él era de color gris.
Me paré en seco. ¿Qué hacía yo corriendo tras un niño gris? ¿Qué pretendía?
Bajé la vista para mirarme las piernas. Se me salieron los ojos de las órbitas cuando comprendí qué estaba pasando. No tenía piernas.
Volví a mirar rápidamente al frente buscando a ese niño. Estaba a unos metros delante de mí, quieto, mirándome de frente. Era completamente gris y tenía la cara tapada por una máscara antigás. Me producía temor no poder mirarle a los ojos. Sin embargo yo era vulnerable, allí, con la mirada transparente, toda desnuda, en posición de defensa.
"No, extraña"; creí oir del niño enmascarado.
"No, extraña";  repitió al lado suyo un hombre gris con otra máscara.

Tengo y siempre he tenido estas situaciones problemáticas durante toda mi vida. Se han repetido con el transcurso del tiempo y parece que me acompañarán allá donde vaya. La gente me mira sin ojos. Ese es un problema.
Yo adoro las miradas. Las adoro con locura. Hay momentos en los que ruego y pido a alguien en silencio una mirada, una dirigida explícitamente a mí, una regalada.
¿Que qué consigo con eso? Una puerta. Una entrada (o una salida) a la intimidad del otro. Y qué importa si no lo conozco, si es o no amigo, si ama u odia. La confianza y la fidelidad a las palabras trae siempre problemas, lleva consigo el factor sorpresa de descubrir si es cierto o no lo contado. Pero si te miran, no te dicen nada. Ahí está la clave, por eso adoro las miradas: porque están rebosantes de sentido, porque tienen gran poder; no expresan un mensaje, sino una intención. Te muestran el estado inmediato en la espontaneidad de un acto tan fugaz como una mirada. Sin embargo la gente detesta la espontaneidad, detestan ser adivinados, odian tener ojos. Por eso nadie los tiene. Y es una lástima, sí, una lástima, y para mí un dolor...
No sólo es así de triste esta realidad sino que tiene una consecuencia directa también fatal. Tú dirás, qué pensará esa gente cuando encuentre a alguien con ojos, cuando les impacte la mirada de alguien que se deja ver. No soportan esa sencillez humana y les amedrenta que puedan ser vistos. Se ocultan, se tapan, huyen, y a la vez, me arrebatan la oportunidad de ver sus ojos.
Y son grises, porque sin iris no tienen color.
Y me llaman extraña, y me arrebatan el placer humano de compartir miradas.

28 de mayo de 2012

Olor embriagador

Se lamió los colmillos, humedeció todos sus dientes. Afiló con el brillo de su saliva la peligrosa mueca que dibujaba su boca.
Se mostró hambrienta, voraz, amenazante.
Su lengua velluda volvió a relajarse y cerró los ojos.
Lo olió, lo sintió, y curvó el lomo, bajando la cabeza. Fue rápida de un extremo al otro de la imagen, analizando cada recuerdo, cada sensación difusa. Y se le mostró una nítida, un olor, un perfume suave, cálido y embriagador.
Se estremeció y todo su pelaje negro se tensó.Cerró de nuevo los ojos aún con más fuerza. Sus garras agarraron la nube para no soltarse de ella jamás.
Ese perfume danzaba en el aire, se contorsionaba en su recuerdo. Sus pupilas se dilataron sobre el azul, ella intentaba saborearlo, palparlo, sentirlo cerca...
Pero ahí no se encontraba el olor. No lo tenía, no lo sentía, y necesitaba encontrarlo. En aquella explanada desierta todo estaba, simplemente, vacío. Ni un solo olor, ni una sola brisa.
Cuando quiso percatarse, toda su boca estaba ya humedecida. Al notar la ausencia, comenzó a andar en círculos, pisando los charcos, pisando sobre sus propias huellas en el barro. Se preguntaba dónde estaba la nube, dónde estaban todas sus respuestas.Comenzó a correr en círculos, comenzó a volar en círculos. Todo era difuso, daba todo vueltas. Sentía cómo el paisaje carecía de esencia, cómo el eclipse iba ocultando la luz, muriendo en un atardecer invertido, en el que el naranja era gris, y el rojo, negro.
Y mientras fue frenando, en sus ojos se dibujó el ansia. Ya no estaba hambrienta, estaba ansiosa. Se encontraba en el vacío y sólo podía mirar hacia atrás.
Volvió a sentir, entonces, ese olor embriagador bañándola entera. Miró al suelo y en sus pupilas se dibujó el brillo blanco. El viento la tumbó, y encontró entonces en su corazón el origen de todo.
Mas antes de la noche, volvió a relamerse.

20 de mayo de 2012

El torbellino del fin de semana

Viernes y sábado son los dos días de la semana en los que sufro los torbellinos de emociones más acusados, más destructivos o embriagadores. Son  normalmente los dos días más intensos porque escapo un poco del estudio, de lo cotidiano. Pero este viernes y este sábado han sido incluso de los más intensos que he tenido últimamente, y recurro a una pequeña narración recopilatoria a modo de diario para sentir todo esto más mío, y explicarme por qué esta sensación de libertad que me recorre ahora la mente.
Comenzó el viernes como un día normal, sin pararme a pensar si quizá esa audición fuese a desencadenar uno de esos temidos torbellinos destructores. Una vez te pasas cuatro días de estudio intenso, entre los exámenes finales y esa audición, no esperas que te salgan mal las cosas, al menos mientras estudias, para no perder el ánimo, para pensar que se ve recompensado el esfuerzo. Sin embargo cuando ves desplomado todo ese trabajo por una falta de concentración momentánea, a la que le siguieron escasez de expresión,  fallos de memoria, errores normales y otros no tan normales, ... Entonces es cuando llegan la impotencia, la rabia y la decepción (en ese orden). Me levanto mirando al vacío, y me esfuerzo por mirar al público, a los testigos, consiguiendo una mirada no fiel a mis sentimientos interiores, enzarzada en una lucha interior, clavándome las espinas de esa sensación que me dejó lo que acababa de hacer al piano y que no se correspondía con el trabajo que le había dedicado. El temblor de las manos, esa lágrima y mi intento de encerrarme en mí misma.
Pero no acabó ahí el torbellino de emociones. Más tarde, al asistir al concierto de Ara Malikian, volví a sentir esa magia embriagadora de la genialidad, de la música, de la armonía y del carácter de ese gran violinista. Sus ojos centelleantes, llenos de vida y de misterio, me hicieron pensar sobre lo cercanos que pueden ser músicos de ese nivel, que tantas otras veces me parece que están en un podio elevado e inaccesible. Me hizo pensar sobre la locura con sus ademanes, sobre lo exótico con todas sus disonancias, sobre la excentricidad. Fueron quizá estas experiencias el paréntesis entre la desmotivación y la llamita de esperanza. Una pequeña ilusión que sentí posteriormente, en las fiestas de Petrer, con las pequeñas muestras de cercanía por parte de los amigos de Samuel que me acompañaron toda la noche. Al fin y al cabo, con la presencia de él durante toda la noche, sabía por puro amor y por experiencias anteriores que iba a ser genial, e iba a sentirme a gusto y amada, como fue en nuestra selva. Y así se sucedió el día, y tras él uno nuevo, el sábado, por el que me sentía emocionada por la compañía constante de Samuel y por las fiestas de la tarde. Se sucedió todo rápido y bonito en su casa, y san Isidro lo disfrutamos como pudimos (es decir, ¡mucho!). La luz y los rugidos cerraron todo este torbellino con cadencia perfecta, imposible de describir, y ahora, de nuevo, mi mente divaga en unas últimas palabras, que quizá hayan sido las que me han dado esta sensación de libertad: "Desde que te tengo, siento como si mi vida comenzara a definirse sobre la bruma, con nitidez, repleta de luz... Con tu aura allá donde voy."
Y ahora veo todo este torbellino de colores autoidentificándome, y sonrío sintiéndome viva, dueña de todo esto, escalando sobre la nostalgia, ágil.

6 de mayo de 2012

Canela molida

Canela molida, leía en la etiqueta. Sus dedos le daban suaves golpecitos al tarro, haciendo un ruido muy leve mientras caía una lluvia muy fina y escasa por los orificios de la tapadera.
Fin de semana, carreras, psicología...
Yo la miraba, sonriendo, con el sabor de su té en la boca, con el regusto de las sonrisas que me había traído. La había estado echando mucho de menos...
Mirándole el color de las uñas vino a mi mente una imagen fugaz del gatito de los ojos de zafiro. Su naricita era del mismo color, de la misma suavidad, de la misma ternura.
Tus piernas molan, sí... Pero sobre todo, tú molas. ¿Por qué? ¡Porque eres tú!
Han sido las más recientes sonrisas que he recibido. Me han salvado del tedio de estudiar, también.
Pero me ha profesado tal cariño que no he podido evitar las ganas de escribir. De escribirla. De hacerle un pequeño homenaje y de mandarle un beso y un "que aproveche" por las croquetitas que estará comiendo en estos momentos.
¡Te quiero, perra!

1 de mayo de 2012

Romance a la plenitud

Hoy en tí he descubierto
todo lo que no esperaba,
he oído bajo tu voz
el canto de mis mañanas.
Hoy me he despertado aquí
en tu hogar, entre tus sábanas
rozando tu dulce piel, 
mi amado jardín de nácar.

Amor, mi sed, allí mi triunfo
encontré, en tu alma,
viviendo en tí y en nosotros
amando lo que anhelaba.

Tu respirar fue un susurro 
que me fue otorgando alas
te besé suave la frente
tú acariciabas mi cara...
Tus manos fueron surcando
un camino en este alba,
el aire se tornó cálido
y mi pecho explotaba.
Me acercaste con los ojos
y allí me sentí abrazada:
en tu dulce piel de oro, 
en mi gran jardín de nácar.

Me has acariciado el pelo,
me has dicho que me amabas,
me has dado la vida entera,
me has donado paz y calma.
Has hecho que cada día
quiera vivir por las mañanas.
Has hecho que cada noche
sueñe contigo abrazada.
Has hecho que al mirarte
vea en tus ojos el alba
y cada recuerdo tuyo es
luz de cada madrugada.
Yo te he dado sin embargo
una humilde voz de amada,
todo lo que yo tenía
y todo lo que tú anhelabas.

Y aquí y ahora, con estos versos
quiero darte mi esperanza
en ti, en mi, en nosotros y en todo
te doy mi cuerpo... y te doy mi alma.

24 de abril de 2012

A veces la sangre

A veces la sangre es un vínculo más grande de lo que se puede pensar.
A veces te hace pensar que es superior al tiempo, superior al olvido.
A veces, incluso, como esta vez, te da la sensación de que aquellas gotas jamás se limpiarán.
Y es hermoso... Rojo oscuro, humedad, gota a gota.
Pudo resultar otra sensación en el momento, quizá incomodidad por una parte, quizá indiferencia por la otra. Pero ahora no, no. Cuando una imagen vuela a los recuerdos y es tan poderosa de grabarse en la memoria del corazón, es entonces cuando cambia su significado. Y toda sensación que esta te hacía tener ahora se subordina a un único sentimiento...
Unidad. Algo tan bello y escaso.
Sin embargo normalmente la sangre se asocia a la muerte.
Muerte...
Quien sabe qué significa esa palabra, ha sufrido. Yo no lo sé, pero la he visto correr ante mí como un veneno expandiéndose. Y la he visto sinuosa, negra, envuelta en amargura. Es el antagónico del amor. Es mucha, mucha tristeza...
Pero esta sangre no es muerte. Es su contrario.
Una imagen se ha grabado en mi memoria, con un intimismo tan grande que reconozco en ella su olor. Le oigo hablar desde aquí, tumbado, mirándome. En un pequeño rincón de nuestro encuentro.

16 de abril de 2012

Tercera parte: el jardín de nácar

La pantera fue despertando de su lánguido sueño. Entreabrió un ojo y se estiró, todavía tumbada. Fue incorporándose poco a poco y de repente paró en seco: no había estado sola. Vio al león, tumbado, todavía durmiendo, con una profunda respiración muy pausada. Lo examinó, sorprendida, y recordó la noche de la selva. Ahora la fiera dormía plácidamente, con el pelaje resplandeciente, dorado, y con su melena loca y despeinada. La pantera decidió acariciarlo, y pasó su zarpa sobre el lomo mullido de la otra fiera. La suavidad era máxima a lo largo de su cuerpo, era cálido como el atardecer e inmensamente atractivo. La pantera, embelesada, se dejó tumbar de nuevo a su lado, apoyando la barbilla en su melena, y notó que la respiración del león iba cambiando. Levantó la cabeza, notando que se había despertado, y vio allí la mirada del león.
¿Os habéis levantado alguna vez para ver el alba y os habéis quedado extasiados viendo el horizonte?
¿Habéis probado un sorbo de agua fresca envueltos en un calor sofocante?
¿Os habéis dejado arrastrar alguna vez por las olas del mar?
Pues fue eso. Fue nácar. Fue una mirada de nácar claro y sereno, muy dulce, muy pacífica. Fue esa plenitud que vio ella dentro de él. Lo fue todo.
El león volvió a cerrar los ojos y se acurrucó junto a la pantera.
Nunca antes había visto nada tan hermoso.

15 de abril de 2012

Confesiones por una obsesión

Quizá sea el efecto que produce la nostalgia. Quizá hoy me he levantado con el pie izquierdo, o he dormido mal.
Sólo sé que estoy cansada. Muy cansada...
No me lo explico. Me está yendo todo verdaderamente bien. ¿Por qué soy así? Tan... exagerada.
No es únicamente el hecho de que me encuentro sola. Ya me ocurre, semana tras semana, cuando me separo de él. Pero eso ya es normal,  sé afrontarlo con madurez y cubriendo mi tiempo con el piano.
Ahora es un algo más. Un algo dentro de mí que desea que toda esta nostalgia fuera porque esos momentos fueron totalmente perfectos... Pero no, no lo fueron.
Este año todo el trabajo que llevo requiere que tenga muy pocas horas de descanso. Toda la mañana ocupada en el instituto, media tarde con el piano y la otra media con conservatorio o con estudio para los exámenes, más las horas de música moderna y los nervios de las audiciones. Y varias personas a mi alrededor ya me han comentado su estrés y sus ganas de que llegue fin de curso llevando una sola de las cosas que yo llevo.
Pero eso tampoco me importa. Pocas veces me quejo. Valoro muy bien la educación y también estoy acostumbrada a todo esto... Me sé organizar.
Sin embargo todo este tiempo de dedicación y esfuerzo, todo este sacrificio de horas de ocio, de lectura, de amigos o de amor, poco a poco hacen que aumente el valor de aquello que estudio, y que desee que los resultados sean siempre satisfactorios. Y estoy comprobando que me obsesionan.
No recuerdo haber puesto nunca la ilusión que puse cuando me dieron los boletines de este trimestre. Nunca me había relamido tanto del éxito de una audición, y nunca me habían dolido tanto algunas notas injustas e inmerecidas que tuve.
Pero me sorprende más mi reacción por el concierto del viernes. Jamás había llorado de amargura por la opinión de un oyente. Bajé del escenario sintiendo gratificación y salí del edificio frustrada y resentida, pues aquella opinión fue como una brutal confesión de lo que a muchos les habría parecido la actuación. A todo se le sumaba que era de mi amor. Y yo, esforzándome horas y horas. Y yo, poniéndole ilusión...
Tonta de mí, por esperar compartir la música con la gente, por esperar que valoren ese tiempo que le dedico.
Al público se les da lo que quieren, no los resultados del trabajo de una obsesa de la satisfacción personal.
Yo, tan extasiada, tan trabajadora, tan repulsiva que puedo llegar a parecer. Tan tonta soy, que a veces olvido que el premio por mi trabajo me lo doy yo misma a mí misma.
Y que a veces debería saber valorarme más y ser menos vulnerable.

8 de abril de 2012

La maja y el ruiseñor

Entre las ruinas, se paró el tiempo.
Todo lo que anduve buscando desde que conocí la obra, todo cuanto anhelaba sacar de ella, lo conseguí.
Quise rozar el cielo y cantar sobre una nube. Y lo hice.
Entre todo lo que parecía que iba a ser fracaso por mis nervios, al final, con apoyo y mucha fuerza de voluntad, resurgió toda mi música como si lo tocara una vez más en mi casa, sola, íntima y melancólica.
Y no me da vergüenza alguna deshacerme de la humildad en este momento. Porque esta vez lo hice, fui yo misma, grité quién era...
Lo conseguí. Sí... Lo conseguí.
Entre un público mayormente distraído y superficial, pingüinos, conseguí que todo el que me escuchase de corazón me viese.
Y me vieron, y sé que me vieron porque lo sentí, porque además de sentirme yo misma, con todo mi trabajo expuesto, el ruiseñor fue escuchado.
Y todos saben que nunca será polvo quien vio su vuelo o escuchó su canto.

1 de abril de 2012

Suéltate el pelo

Esto es lo bonito de los días soleados: que no puedes evitar salir a la calle, deseas ir al campo, sentir el calor del sol, su brillo y la brisa del aire medio cálido rozando tu piel descubierta.
Que notas la libertad que te da ese cielo tan azul, tan inmensamente azul.
Decides soltarte el pelo, para que la brisa deje de acariciarte el cuello, y pase a ondear tu melena y jugar con ella.
Y entonces es cuando sientes que eres tú quien te da tu propia libertad. Que eres la que ha decidido con tu felicidad ser libre. Que eres dueña de toda esa calidez, que no vas a dejar de soñar.
Y sonríes... Y entornas la cabeza, rozando con la barbilla tu hombro desnudo, y entonces te tiras al césped. Y ríes con unas ganas irreprimibles, y tu risa está llena de ilusión, de confianza y sobre todo, de amor.
Y... y... y...
D'amour l'ardente famme...

22 de marzo de 2012

"Niña obligada a casarse con su violador"

Al leer esta sentencia, me ha invadido inmediatamente una sensación de angustia, mezclada con indignación, enfureciéndome poco a poco, corroyéndome aquella última palabra. Violador. Inmundicia, desalmado. He pensado en aquel hombre inhumano, en aquella situación que ha creado, y la rabia ha venido a mí. Esa gente no tiene sangre, tiene veneno. Esa gente, que no es ni gente...
Todo ello iba rondando por mi cabeza, y yo pensando, pensando, y pensando... Cuando entonces he vuelto a leer la frase de nuevo. Y he leído "niña". Y me he parado en esa palabra. Y apaciguándome, he decidido pensar más, calmada. Y he pensado con el corazón. Y en él, se ha ido creando una sensación nueva. Y me ha calado por completo. 
Pena...
He sentido y siento pena por aquella situación penosa, en penosas condiciones, con penosas resoluciones...
Aquella niña, apenas dos años menor que yo, se suicidó. Se mató al entender su sentencia tras un juicio injusto en Marruecos, por el cual el violador no fue castigado, ya que en la ley en aquel país se establece que, si contrae matrimonio con su víctima (sin el consentimiento y con la desgracia de ella, por supuesto) se ve absuelto de cualquier cargo. ¡Inmundicia, escoria, rufianes! Pena, angustia, impotencia...
¿Qué puedo sentir, después de leer esto? ¿Qué debería de haber podido soportar? Poco a poco, y desgraciadamente, la gente toma estas noticias como pan de cada día. Y no es costumbre, no... Es con lo que tenemos que acabar. Es por lo que nos debemos de mover.
La pena pesa...
Pero nuestros gritos, mucho más.

20 de marzo de 2012

Mi paraíso...

Fuiste mi oasis en el desierto...
Y pasaste a convertirte en todo lo que eres ahora: mi paraíso.
Eres mi luz del día a día, que a pesar de estar siempre conmigo, la añoro cuando no puedo notarla, cuando no puedo acariciar su brillo.
Ahora, en mis más sinceros sueños, dormida o despierta, te apareces. Y es curioso, sí, y hermoso, el que no solo te aparezcas sino que siempre te acompañe tu sonrisa.
Sí, tu sonrisa. La sonrisa "de enamoraíco", sí, esa.
Que nunca se borra de tu cara al imaginarte.
Y así, consiguiendo esa sonrisa como el mejor regalo que jamás podría haber esperado, consigo mi felicidad.
Consigo, con un soplo de viento, con una caricia, con una palabra, y con todo lo que ello significa, ser feliz...
Y lo más importante... Siento que te hago feliz.
Siento que en todo mi amor por ti, en el "nosotros", ambos podemos comernos el mundo. Y que no haya más desierto, ¡maldita sea! Que sea todo nuestro paraíso...

17 de marzo de 2012

Diarios que traicionan

Tonta, tonta, tonta... ¡Eres tonta! ¿Por qué te preguntabas todas esas cosas? ¿Por qué te afanabas en llorar tanto, en deprimirte, en contar cada caloría, en escuchar atenta conversaciones de unos "amigos" tuyos que hablaban de suicidio, de muerte, de ignorancia, dándoselas de adolescentes "progresivos" y "filosóficos"? (Sí, filosóficos, já...)
¿No ves que me reflejo en tí? ¿No podías ser un poco más inteligente a esa edad?
Ya entiendo por qué siempre dices que la adolescencia es la peor etapa de la vida... Es porque la tuya fue frustración e indecisión constantes.
Y lo siento, de verdad que lo siento, pero menos mal que ahora eres así, eres tan tú, y te veo tan feliz.
Si no, te gritaría. Si no te viera feliz, después de haber leído esos diarios te hubiera llamado, te lo hubiera dicho, o te hubiera dejado una nota llena de rabia.
Es que es realmente curioso. Es que me dan ganas de chillar. Greenpeace, WWF, Ampy, música reivindicativa, constante omisión a las injusticias sociales que acosaban y siguen acosando a miles de personas diariamente (cuando no causan la muerte)...
Y joder, y tú vas y con todo el valor del mundo, con todo lo que hacías y todo lo que te querían tantas personas, y vas y lloras, y lloras, y al siguiente día te surge otra cosa y, bueno, como no, lloras.
Sé que todo esto no tiene sentido. Te preguntarías, si alguna vez leyeras esto, por qué me enfado tanto, bueno, es tu pasado, y es normal que tuvieras algún problema. Supongo que, como me ocurre a mí, tendrías más necesidad de escribir cuando estás menos feliz. Pero es que yo te conozco ahora mismo tan viva, tan genial, con una belleza tan abrumadora, yo qué sé. ¡Ni siquiera entiendo cómo esos amigos a los que querías en aquella época no se enamoraban perdidamente de tí!
Pero se ve que en mi desmesurado amor de hermana no tenía cabida el imaginarte diferente a como eres ahora. Te admiro mucho. La tonta soy yo... ¿Cómo pretendo echarle en cara algo a una persona del pasado? ¡Estoy rabiando por un maldito diario! Estaré loca, pero es porque te quiero. Perdona mis maneras.
Perdona también que haya estado fisgoneándote... Es que me siento reflejada en tí. Al verte, es como verme en el futuro próximo, y cuando me sentía sola esta mañana recurrí a leer tu pasado adolescente, creyendo que pensarías de manera muy parecida a mí a mi edad.
Pero me equivocaba, vaya. Me he dado cuenta de que valoro mucho más la vida como tal. Quizá sea porque estoy mucho más feliz: soy correspondida en el amor y no podría aunque quisiera engordar como lo hacías tú, por mi fisionomía.
Y qué quieres que te diga. Una hermana pequeña siempre admira inmensamente a la mayor... Y siempre adora verla tan maravillosa como es. Pero al leer todo esto, parecías ser otra persona...
Cambiamos completamente. De mi yo de hace unos pocos años al actual, poco tengo parecido. El aspecto importa una mierda, me refiero a la personalidad... A la capacidad de amar y conocer la vida... Y a tí te ha ocurrido algo parecido, pero no te echo en cara absolutamente nada.
Con solo recordar lo genial que eres, lo feliz que estás y toda la esperanza que veo en tí ahora mismo, me basta.
Perdona por fisgonearte, pero debiste darme una explicación cuando me dijiste aquello de la adolescencia... y ahora la curiosidad me ha traicionado, y echándote tanto de menos...
Te mando un beso desde aquí, desde este pueblucho que tanto odiaste y después añoraste. A mí por ahora me toca aborrecerlo, pero quizá pronto lo eche tanto de menos como lo hiciste tú. Y la historia se volverá a repetir. Y me sentiré, entonces sí, identificada contigo.

15 de marzo de 2012

Queridos poetas...

Os siento, os llamo, os admiro.
No puedo dejar de leeros, pues con cada estrofa nueva que leo, siento, descubro y me sumerjo. Puede ser una tristeza angustiosa, una esperanza vital, amor, injusticia, muerte. Cualquier cosa, con esas palabras de oro o esas emociones plasmadas tan... magistralmente.
Me extasiáis. Me siento en una nube. Y os debo agradecer que me deis todo esto.
Pues me es imposible dejar de leer ahora mismo si no es para agradecéroslo todo con mi corazón desbocado.
Pues por poesía hermosa le dedico todo el tiempo del mundo. Porque ella precisamente me evade hacia otro mundo.
¿Cuál es la magia que usáis para que todas vuestras vivencias se hagan en mi corazón? ¿Cómo construisteis tales templos? Os encuentro siempre sin esfuerzo, sólo con un poco de sentimiento.
Un poquito de sentimiento en nieve, y poco a poco el cisne renace, se deshace en palabras y me cala. Me inunda.
Rubén Darío, Aleixandre, Lorca, Dámaso Alonso, Machado, Salinas, Cernuda, Miguel Hernández...
Siempre conseguís hacerme suspirar.

13 de marzo de 2012

Maldita chuchi...

Te quiero, maldito perro, te quiero.
Tu sangre era límpida, pero tus ojos vidriosos. Y los quiero, los quiero.
Tu pelo áspero se arremolinaba junto a la gasa.
Sorpresa, susto, desconcierto, horror.
Tristeza...
La venda te presionaba. Como mis brazos.
Porque en todo momento te quiero, te quiero con locura, maldito perro...
Porque te quiero más de lo que creía.
De lo que creía antes de pensar que tendrás un fin...
Pero ahora no.
Ahora, no.
Ahora me dedicaré a quererte, a quererte mucho, más y más en todo momento.
Ahora te veré saltando y cada saltito será un grito de júbilo, por tu vida.
Porque tu existencia, maldito perro, me hace las comidas amenas.
Darte trocitos de comida bajo la mesa, tirarte la hamburguesa, tocarte las orejitas, invitarte a tumbarte junto a mí en el sofá. O cuando me escuchas tocar el piano, perro, es maravilloso.
Y ni una lágrima, ni una más derramaré delante tuyo. Pues sé que tú, con esa maldita sensibilidad que muestras, sientes mi lloro como pocos seres en el mundo...
Así que basta, maldito perro.
Vive como hasta ahora, feliz, única.
Mueve el rabo, ¡ladra!
Porque te quiero, maldito perro, porque te quiero...

11 de marzo de 2012

Viendo vivir y viviendo.

Dos chavales que serían de mi edad estaban riéndose abrazados en la plaza que se ve desde mi balcón. Él, sentado en la piedra, de espaldas, estaba inclinado un poquito hacia detrás, tumbado seguramente por el peso que le ejercía su novia, que le abrazaba cariñosamente. En cuanto hablaban, no podían evitar reírse juntos, y se besaban, a veces. Las puntillas que cubren parte de mi balcón me impedían ver la mirada de la chica, pero juraría que sus ojos resplandecían de alegría. O por lo menos, me gusta imaginármelo.
Y la situación se hizo aún más graciosa cuando, tras seguir tocando el piano, oí más risas, pero esta vez más y más agudas. Me levanté de nuevo y los dos jóvenes ya no estaban. Vi a unos niños correr en círculos por el monumento, jugando al pilla-pilla, alocados, pequeñitos y frágiles. Una niña con un abriguito rosa estaba un poco más apartada, tambaleándose un poco a cada pasito que daba. Pero otro niño se le acercó corriendo e intentó esconderse detrás de su diminuto abrigo para que no le pillasen, sin resultados. Chillaban, gritaban sin sentido y, finalmente, se reían. Eran niños.
Yo me volví lentamente, decidiendo que sería mejor seguir tocando. Pero no pude evitar sonreír, pues a pesar de no verlos ya, seguían riéndose, seguían ahí, frágiles, inocentes, pero muy, muy felices.
Me senté de nuevo en el taburete, sonriendo, y seguí tocando Bach, sonriendo.
Cuán maravillosos pueden ser unos instantes. Cuán maravilloso puede ser vivir.

Sociedad

Era una niña pequeña, pero había visto muchas cosas. Parecía permanecer impasible, pero los cambios en ella eran graduales, con pequeños pasos evolucionaba poco a poco o, simplemente, cambiaba. Antiguamente había llegado a albergar en ella muchísima injusticia. Diferencias irracionales entre unos individuos u otros, discriminaciones tomadas como una práctica habitual...
Pero ahora, lo que ella vivía era una carrera constante. La gente no cesaba de correr de un lado a otro, buscando un no sé qué que se encontraba en la superación del prójimo. Competir, ganar, competir, ganar... Y cuando la gente perdía en una de estas carreras sin sentido, se desmoralizaba, le hundía el sentimiento de no haber podido superar al otro. La niña, con sus ojos negros y su mirada profunda, observaba todo ello y no comprendía nada. Potenciándose como individuos ególatras, cada uno buscaba superar (que no superarse) y ganar, sin parar a observarse a sí mismo.
¿Con qué metas corremos? ¿Con las quimeras que nos muestra el sistema?
Con unas piernas que no son nuestras...
Entonces un día, la niña, cansada ya de tanta confusión, parará a un hombre. Le preguntará entonces, gritando, si todo esto tiene sentido, si lo ha tenido alguna vez. Si lo que está haciendo en este momento tiene sentido o no, si está corriendo por él o si lo hace por un ideal impuesto, por quimeras (poder, dinero, belleza...). Si se siente él mismo cuando su objetivo es ganar, y no aprender, cuando prefiere desvivirse a costa de otros a vivir ayudando a otros.
Y todo esto lo comprenderán los ojos de la niña, que negros como el azabache, ven como en un espejo todo cuanto en nuestro modo de vida, de sociedad y de educación se encuentra.
¿Tiene sentido esta carrera de competencia?
La respuesta está en la educación.
Algún día sus ojos negros encontrarán la Humanitas...

2 de marzo de 2012

Sí que precipita.

Como un corazón desbocado, día tras día me despierto y acabo acostándome aturdida de emociones.
Día tras día, me confundo.
Qué se puede esperar encontrándome ante los apuntes de química, con una hoja entera de ejercicios tachados, por nerviosismo, por una minúscula ansia de vida, por encontrarme a mí misma ante ello, ante problemas que no comprendo, ante el curso que se precipita.
Nunca me acabo de entender, nunca, jamás me he comprendido. ¿Y tú, me comprendes? ¿Puedes encontrarme?
No sé hacer algo. Pues bien, intento hacerlo, y lo intento de verdad. Esfuerzo, en cualquier ámbito de la vida (excepto en el disfrute, claro) para conseguir únicamente el mérito de que he conseguido hacerlo. Sólo cuando consigo hacerlo, esforzándome en la encrucijada, me pregunto: ¿y para qué? ¿Para qué saber, conocer, para qué si vuelvo a lo mismo? ¿Para qué si vuelvo a tener ansias de vivir, de sentir, en cada momento? Nadie más excepto yo me premiará por hacer lo que quiero.
Quizá necesite tiempo, durante este curso, para comprender todo cuanto estoy llevando a cabo. ¡No me dejo tiempo para pensar! Me encantaría tener más tiempo de descanso, de charlas, de amigos. Piano, sí, lo siento, lo llevo al día, lo vivo al máximo, lo estudio, lo manejo con libertad y dedicación, adoro el piano. Pero añoro el tener más tiempo para estudiarlo, como en verano, que me aferraba a él día tras día, horas, y horas. Biología, química, ciencias medioambientales; son materias geniales, interesantes, infinitas, mas no he podido pararme a explayarme en ellas, a indagar, a admirar la ciencia. Historia de la música, ojalá pudiera leerme todos los pequeños tratados de historia de la música que tengo en mi estantería, mudos, esperando mi tiempo para asaltarme por las noches. Francés, genial, prometo dedicarte tiempo tras el verano, o eso espero... Componer, vaya, me encantaría componer... Libretita...
Pero todo esto es una absurda encrucijada. Todo me conduce hacia lo mismo, y estoy intentando hacer todo cuanto quiero, todo cuanto me gusta. Sin embargo, me gustan demasiadas cosas, y entre toda la incertidumbre, me intento encontrar.
Donde erradica el problema es en los momentos fugaces donde me encuentro, que me hacen comprender, a grandes rasgos, lo que me ocurre. No son más que momentos, ya te digo, pequeños encuentros con un bienestar general, inmenso, en paz con mi identidad, y con mi ignorancia en tantas cosas. Soy yo, y como soy feliz, me encuentro en mí misma. Hoy, por ejemplo, he tenido bastantes de estos momentos: un abrazo, una interpretación, una sonrisa,...
Pero en estos momentos, no me entiendo. No entiendo mi manera de no actuar, de ser impasible, de no moverme físicamente, de no gritar.
Pero y si gritara, ¿qué ocurriría? ¿Se rompería algún cristal?
El libro de texto cerraría los ojos. Pero yo, con mirada acusadora, quedaría en una imagen petrificada en gris en mi escritorio.
Y seguiría de gris, con una mente de fuegos artificiales y el alma ardiente, esperando de nuevo un momento de vida máxima, una simple sonrisa, uno de aquellos silencios hechos a cosa hecha para ver, observar, deshacernos y precipitar todos contra todos. ¡Sentir...!

27 de febrero de 2012

Los pájaros...

Es curioso cómo un pequeño momento de música puede hacerte cerrar los ojos.
Es incluso más curioso aún que, aún titulándose Arrival of the birds, parece que todos los pájaros que tengo en la cabeza salgan volando, parece que todo su aleteo me rodee, que me regalen una chispa de brillo en la mirada para poder verlo todo distinto...
Parece que son los pájaros los que no me hacen caer en la ceguera. Parece que me mantienen con vista, incluso en un mundo tan difícil para el corazón...
Parece que ellos, con su siseante armonía, me inducen a sentir sin límites, a notar el viento, a lamer mi espuma. Parece que todos ellos aportan calor a las pieles de la gente a la que más quiero. Parece que son ellos quien hacen de este mundo, inmenso y horrible, un misterio infinito...
Parece que son sus plumas las que, limando las astillas, las han convertido en pequeños brotes blancos de los que nace un pequeño recordatorio de que siento, de que vivo, y de que amo.
Los pájaros, al parecer, otorgan infinitud a los ojos del león.
Ellos también son los que pusieron esa chispa de libertad en los ojos de toda persona que me mira siendo vista. Los que me permiten observar sus ojos de persona, su reflejo del alma, cruzando su mirada con la mía.
Ellos permiten que cada poema suene a música.
Ellos, los pájaros, permiten que las miradas sean música.
Que los gestos sean música, que las voces, una caricia o un abrazo sean así música.
Y que la música sea emoción. Que la música sea vida.
Pues al fin y al cabo, los pájaros son música.
Y, definitivamente, la música sin vida sería un error.

13 de febrero de 2012

Puntito rojo, dime...

Se adhiere sin suavidad ninguna sobre la piel. Me noto al tacto la yema presionada, pegajosa, el dedo parece más carnoso, la herida lo hincha un poco.
Un pequeño brote de sangre. Un puntito rojo oscuro, vivo, brota un poco, se expande y fluye lento, muy lentamente por el surco entre la carne y la uña. El esmalte se tinta. La carne se quema.
Lo veo a la deriva, y me pregunto cuándo me lo he hecho.Puntito rojo, ¡contéstame! ¿Cómo habrá aparecido? No soy consciente...
Puntito rojo, dime, ¿de cuántas cosas soy consciente?
Ahora recuerdo, puntito, las sensaciones de la semana pasada. Eso no fueron puntitos, fueron bloques, agobios. Menos mal que mi cura, mi salvación, mi todo,... llegó el sábado. Sin aquel día, sin ese "nosotros" quizá, puntito, ahora serías mucho más grande, y sangrante. Ahora soy consciente de aquello.
No te asustes, cariño, no temas. Tranquila, respira hondo, te quieres. No pretendas sufrir, no te hace falta, eres capaz de muchas más cosas de las que crees. Incluso aunque creas en pocas... No te asustes, pues aunque nadie podría ser capaz, tú tienes valor Sí, ese valor. Aguanta, Aguanta. Yo estoy contigo misma. Yo sé todo lo que te ocurre, y te protejo, te conozco bien y sé que debes sonreír, y que hay que ayudarte a hacerlo. Vamos, tranquilamente lo cogerás, estudiarás poco a poco y disfrutando. Vamos, tú podrás, no te asustes. Tienes muchas cosas, es normal. No llores, cariño, no llores por favor... Si él estuviera aquí... Te estás agobiando... No me tengo que agobiar...
¿Cuántos puntitos tendrán ya la tirita puesta?

7 de febrero de 2012

Cada martes

Cada martes, la veo llegar por la calle, alegre, altanera, casi saltando, con sus ropitas tan únicas y personales, con su sonrisita y sus brazos un poco en alto, recibiéndome cálida. Cruza el paso de peatones rápido, graciosa, con una sonrisa inmensa. Suelen acompañarle saludos, algún gritito que otro, o me llama por mi nombre, "¡Caroool!", y deja de gritar para poder sonreírme a distancia.
¿Me sería posible reprimir una sonrisa?
Corro, corremos para abrazarnos. Ella me rodea con sus brazos y la levanto efusivamente del suelo. Antes de soltarla, antes de cualquier otra cosa, le pregunto qué tal está. Quizá sepa ya la respuesta, quizá ya la haya notado contenta, pero el hecho de oírle un "¡Bien!, ¿y tú?" o un "Genial", me aporta más fuerzas para sonreírle abiertamente, como bien se merece. Nos damos la manita y, generalmente, entramos al Blues. Un saludo cálido a Iván, nos recogemos en nuestra mesa, y hablamos. Una tacita de café, una vaquita en relieve, una galletita compartida, migas, sus ojos, su mirada, sus ojitos. Cuánto cariño rebosa, y cómo me ayuda con su compañía en los martes grises de estudio... Me escucha, y me habla de su psicología, de su ambiente, de sus clases, sus idiomas, sus fiestas, sus anécdotas...
Salimos, paseamos y quizá nos vamos a algún sitio; tiendas, recados o academia de Bellas Artes. O incluso desayunos, esporádicamente. Es genial, porque lo compartimos, y porque vivimos amistad. Porque pocas veces podemos vernos, ¿pero qué importa?, si aún así seguimos queriéndonos ver más y más.
Compañías muy agradables, que jamás olvido, que agradezco y que me aportan alegría cada martes de cada semana.
Gracias, Irene, cariño. Por cada pequeño y alegre martes.

29 de enero de 2012

Mi cielo

Quizá alguien más haya sentido alguna vez lo que sentí anoche.
¿Habrá alguien? Lo dudo, porque fue extraño, y lo espero, porque fue precioso.
Tengo razones para pensar que fue, es y será infinito. Razones que la razón no entiende, razones que el corazón encuentra. Lo estoy sintiendo, lo estoy palpando, puedo alargar la mano y agarraré sobre una nube todo el cúmulo de felicidad que encontramos mirándonos.
No sé si se podrá entender. No sé ni siquiera si yo podré entender lo que estoy escribiendo.
Quizá está demasiado vivo para quedarse en palabras. Quizá debería salir volando, al ritmo de vals, sobre un suelo de tarima y entre cuatro columnas de hormigón. Entonces esta sensación sí que se sentiría libre, sí que bailaría como nadie baila jamás, no necesitaría pasos y se guiaría por la libertad que le da la felicidad.
Quizá entonces, al mismo tiempo, mi sensación podría ser capaz de tocar en mayor el impromptu de Schubert sin haber visto jamás la armadura. Le saldría mayor, le saldría brumoso y romántico, pero mayor. Le saldría, y punto. Porque es libertad, y porque podría hacer mil cosas más. Porque ha podido mostrarme, mostrarnos, mostrarme, en la última media hora que tuvimos juntos para hablar, sentarnos y abrazarnos, un arcoíris.
Sí.
Ante su belleza, ante mi cielo, no pude evitarle mi mirada vidriosa. Éramos uno y las lágrimas, de ambos. Aún ahora me pregunto de qué serían estas lágrimas. Amor, felicidad, admiración, libertad, emoción, impotencia, iluminación, grandeza, inmensidad...
Inmensidad. Sí.
Fue aquel arcoíris inmenso que iba dibujándose en sus ojos. Su inmensa luz atravesó la inmensidad de mis lágrimas y fue apareciendo gradualmente un arco inmenso de color en nuestro cielo. Empezó, por supuesto, por el color verde, y este color bañó su mirada. Entonces las nubes fueron destapando el resto de colores y se vieron todos, absolutamente todos. Rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil, violeta...
Yo vi todos los colores de la vida.

Y para sorpresa de muchos pobres de corazón o de suerte, que no comprenden todos estos colores -porque no los habrán encontrado jamás- les revelaré mi pequeña conclusión. 

Que yo ya sé que la suma de todos los colores no es el blanco.
Y que no tengo miedo de la inmensidad si me encuentro completa.

25 de enero de 2012

Primera parte: La selva

El león se acerca, grave, lento, al espesor de la selva. Mantiene las orejas agachadas, los oscuros ojos brillantes y las garras tensas: sabe hacia dónde se dirige. Las hojas húmedas del suelo se oyen bajo sus garras, su melena espesa roza las de los árboles. Verde. Curva el lomo pardo y se desliza bajo los matorrales que impiden la visión de su campo de batalla, llegando finalmente a un claro cubierto de sombra por el espesor de las copas de los árboles. Él ya lo sabía, recuerda cada brizna de hierba húmeda que cubre su visión. Penumbra, silencio. Él ya conoce la sensación de sentirse acechado. De nuevo, lo tiene cercado. No puede escapar de su mirada. Un rayo filtrado de sol. Tensa de nuevo las garras. Un aire cálido, como el de una respiración ajena, acaricia el lateral de su melena. El león cierra los ojos. Se paraliza. Es un acto de rendición, ya ha regalado su vulnerabilidad: se ha desvelado. Jamás podría haber escapado de esa situación; notaba sus garras mullidas sobre el lomo, y su cálido aliento seguía avanzando por su melena. El león, completamente vulnerable, se había desarmado a sí mismo. Fue la tentación del depredador que sabe que va a ser cazado. Fue el riesgo. Nota entonces los colmillos de la fiera negra clavándose entre su melena. Levanta la cabeza y ruge alto, y se da la vuelta.
Allí estaban, desafiantes, garra con garra, y brillo con brillo sus miradas. Se dilataron sus pupilas y la invitaron a morderle más, y más, y más...

20 de enero de 2012

Robar

Robamos de manera insistente. Robamos puntualmente la sonrisa de cualquier desconocido, robamos sin permiso risas ajenas, robamos historias, cogemos palabras, formas o gestos de otra gente. Los arrebatamos y los hacemos nuestros.
Por simple anhelo.
Por buscar ser nosotros mismos en otros.
Por el placer de robar.
Frases, muecas, miradas...
Pero por más que tú o yo hayamos robado todo ello, jamás, jamás habrás podido robar una emoción. Por más que hayas querido, nunca has podido quitarla y adueñártela. Eso nos da a pensar que tienen, ellas, las emociones, un valor superior que las hace únicas e irrepetibles...
¡Que es imposible robar una emoción!
Porque por más que la desees, al querer adueñártela siempre, siempre, siempre, la acabarás compartiendo.


9 de enero de 2012

Suspiros de año nuevo

Primeros días:
al borde de la expectación.
Siseaba el viento
al sol del invierno.

Mañana pretendo ser mejor que lo que soy,
sea quien sea yo.

Las hierbas oscilaron
sobre sus sombras en el suelo.

Pretendo amar más y respirar mejor,
que no se me escape
un solo suspiro tuyo, aún si es de tristeza,
pues las lágrimas son también
suspiros de vida condensados bajo los ojos.
Pues la pena es
de donde surge la alegría,
de aquel mágico contraste
nace la luz en tu sonrisa.

Así, no me perderé ni un solo suspiro de tus labios
aún si fuese por tu soledad,
pues ella me permite alcanzarte
y hacerme tu eterna compañía.
Pues ella dará siempre paso
a mi incansable acercamiento
y jamás te sentirías solo de nuevo.

Aún si el suspiro fuese de impaciencia,
soledad, pena o tristeza,
jamás me perdería ninguno,
pues mi presencia contribuiría a
que dicha impaciencia, soledad, pena o tristeza
se alejaran de tu corazón
y me hicieran sitio.

Aún si de nuevo los suspiros fuesen
bajo la noche estrellada y los pinos,
te acompañaría hasta el último instante
y seguiría instándote a sonreír.

Aún si suspirases de cansancio,
seguiría cansándote a tu lado.
Continuaría, con perseverancia,
ilusionándote, emocionándote,
te alzaría en mi frenesí, por ver si quizá,
cumpliéndose mis sospechas,
salieras volando, realzando tu brillo.

Aún si entonces alcanzases la suprema felicidad conmigo,
-principal propuesta de nuevo año-
y suspirases entonces en goce de tu plenitud,
entonces tampoco se me escaparían tus suspiros:
los detendría a todos con un beso.

Mañana pretendo, en fin, mi vida,
sea quien sea yo,
sea quien seas tú,
construir un nosotros evocado a la infinitud