24 de abril de 2012

A veces la sangre

A veces la sangre es un vínculo más grande de lo que se puede pensar.
A veces te hace pensar que es superior al tiempo, superior al olvido.
A veces, incluso, como esta vez, te da la sensación de que aquellas gotas jamás se limpiarán.
Y es hermoso... Rojo oscuro, humedad, gota a gota.
Pudo resultar otra sensación en el momento, quizá incomodidad por una parte, quizá indiferencia por la otra. Pero ahora no, no. Cuando una imagen vuela a los recuerdos y es tan poderosa de grabarse en la memoria del corazón, es entonces cuando cambia su significado. Y toda sensación que esta te hacía tener ahora se subordina a un único sentimiento...
Unidad. Algo tan bello y escaso.
Sin embargo normalmente la sangre se asocia a la muerte.
Muerte...
Quien sabe qué significa esa palabra, ha sufrido. Yo no lo sé, pero la he visto correr ante mí como un veneno expandiéndose. Y la he visto sinuosa, negra, envuelta en amargura. Es el antagónico del amor. Es mucha, mucha tristeza...
Pero esta sangre no es muerte. Es su contrario.
Una imagen se ha grabado en mi memoria, con un intimismo tan grande que reconozco en ella su olor. Le oigo hablar desde aquí, tumbado, mirándome. En un pequeño rincón de nuestro encuentro.

16 de abril de 2012

Tercera parte: el jardín de nácar

La pantera fue despertando de su lánguido sueño. Entreabrió un ojo y se estiró, todavía tumbada. Fue incorporándose poco a poco y de repente paró en seco: no había estado sola. Vio al león, tumbado, todavía durmiendo, con una profunda respiración muy pausada. Lo examinó, sorprendida, y recordó la noche de la selva. Ahora la fiera dormía plácidamente, con el pelaje resplandeciente, dorado, y con su melena loca y despeinada. La pantera decidió acariciarlo, y pasó su zarpa sobre el lomo mullido de la otra fiera. La suavidad era máxima a lo largo de su cuerpo, era cálido como el atardecer e inmensamente atractivo. La pantera, embelesada, se dejó tumbar de nuevo a su lado, apoyando la barbilla en su melena, y notó que la respiración del león iba cambiando. Levantó la cabeza, notando que se había despertado, y vio allí la mirada del león.
¿Os habéis levantado alguna vez para ver el alba y os habéis quedado extasiados viendo el horizonte?
¿Habéis probado un sorbo de agua fresca envueltos en un calor sofocante?
¿Os habéis dejado arrastrar alguna vez por las olas del mar?
Pues fue eso. Fue nácar. Fue una mirada de nácar claro y sereno, muy dulce, muy pacífica. Fue esa plenitud que vio ella dentro de él. Lo fue todo.
El león volvió a cerrar los ojos y se acurrucó junto a la pantera.
Nunca antes había visto nada tan hermoso.

15 de abril de 2012

Confesiones por una obsesión

Quizá sea el efecto que produce la nostalgia. Quizá hoy me he levantado con el pie izquierdo, o he dormido mal.
Sólo sé que estoy cansada. Muy cansada...
No me lo explico. Me está yendo todo verdaderamente bien. ¿Por qué soy así? Tan... exagerada.
No es únicamente el hecho de que me encuentro sola. Ya me ocurre, semana tras semana, cuando me separo de él. Pero eso ya es normal,  sé afrontarlo con madurez y cubriendo mi tiempo con el piano.
Ahora es un algo más. Un algo dentro de mí que desea que toda esta nostalgia fuera porque esos momentos fueron totalmente perfectos... Pero no, no lo fueron.
Este año todo el trabajo que llevo requiere que tenga muy pocas horas de descanso. Toda la mañana ocupada en el instituto, media tarde con el piano y la otra media con conservatorio o con estudio para los exámenes, más las horas de música moderna y los nervios de las audiciones. Y varias personas a mi alrededor ya me han comentado su estrés y sus ganas de que llegue fin de curso llevando una sola de las cosas que yo llevo.
Pero eso tampoco me importa. Pocas veces me quejo. Valoro muy bien la educación y también estoy acostumbrada a todo esto... Me sé organizar.
Sin embargo todo este tiempo de dedicación y esfuerzo, todo este sacrificio de horas de ocio, de lectura, de amigos o de amor, poco a poco hacen que aumente el valor de aquello que estudio, y que desee que los resultados sean siempre satisfactorios. Y estoy comprobando que me obsesionan.
No recuerdo haber puesto nunca la ilusión que puse cuando me dieron los boletines de este trimestre. Nunca me había relamido tanto del éxito de una audición, y nunca me habían dolido tanto algunas notas injustas e inmerecidas que tuve.
Pero me sorprende más mi reacción por el concierto del viernes. Jamás había llorado de amargura por la opinión de un oyente. Bajé del escenario sintiendo gratificación y salí del edificio frustrada y resentida, pues aquella opinión fue como una brutal confesión de lo que a muchos les habría parecido la actuación. A todo se le sumaba que era de mi amor. Y yo, esforzándome horas y horas. Y yo, poniéndole ilusión...
Tonta de mí, por esperar compartir la música con la gente, por esperar que valoren ese tiempo que le dedico.
Al público se les da lo que quieren, no los resultados del trabajo de una obsesa de la satisfacción personal.
Yo, tan extasiada, tan trabajadora, tan repulsiva que puedo llegar a parecer. Tan tonta soy, que a veces olvido que el premio por mi trabajo me lo doy yo misma a mí misma.
Y que a veces debería saber valorarme más y ser menos vulnerable.

8 de abril de 2012

La maja y el ruiseñor

Entre las ruinas, se paró el tiempo.
Todo lo que anduve buscando desde que conocí la obra, todo cuanto anhelaba sacar de ella, lo conseguí.
Quise rozar el cielo y cantar sobre una nube. Y lo hice.
Entre todo lo que parecía que iba a ser fracaso por mis nervios, al final, con apoyo y mucha fuerza de voluntad, resurgió toda mi música como si lo tocara una vez más en mi casa, sola, íntima y melancólica.
Y no me da vergüenza alguna deshacerme de la humildad en este momento. Porque esta vez lo hice, fui yo misma, grité quién era...
Lo conseguí. Sí... Lo conseguí.
Entre un público mayormente distraído y superficial, pingüinos, conseguí que todo el que me escuchase de corazón me viese.
Y me vieron, y sé que me vieron porque lo sentí, porque además de sentirme yo misma, con todo mi trabajo expuesto, el ruiseñor fue escuchado.
Y todos saben que nunca será polvo quien vio su vuelo o escuchó su canto.

1 de abril de 2012

Suéltate el pelo

Esto es lo bonito de los días soleados: que no puedes evitar salir a la calle, deseas ir al campo, sentir el calor del sol, su brillo y la brisa del aire medio cálido rozando tu piel descubierta.
Que notas la libertad que te da ese cielo tan azul, tan inmensamente azul.
Decides soltarte el pelo, para que la brisa deje de acariciarte el cuello, y pase a ondear tu melena y jugar con ella.
Y entonces es cuando sientes que eres tú quien te da tu propia libertad. Que eres la que ha decidido con tu felicidad ser libre. Que eres dueña de toda esa calidez, que no vas a dejar de soñar.
Y sonríes... Y entornas la cabeza, rozando con la barbilla tu hombro desnudo, y entonces te tiras al césped. Y ríes con unas ganas irreprimibles, y tu risa está llena de ilusión, de confianza y sobre todo, de amor.
Y... y... y...
D'amour l'ardente famme...