24 de junio de 2011

La pasión

Primer paso: salir al escenario. El corazón no para de latir rápido, desenfrenado, acelerándose cada vez más conforme me voy acercando a la banqueta. El piano me mira espectante, yo le miro a él desafiante y el público aplaude: comienza la espera.
Me siento y regulo la altura de la banqueta. Cinco segundos mirando el teclado, recreando la pieza a tocar mentalmente. -¿Estoy lista? -¡No hay tiempo para responder! Y elevo las manos, concentrándome en la presión, el matiz y el pedal. La pieza ya me la sé de memoria.
Todos los nervios van fluyendo, diluyéndose poco a poco y transformándose en deseo. Quiero arder, deseo arder.
Comienza la melancolía de la pieza, do... Do..... DO...... Empieza a doler la sensibilidad. Si ha llorado un bebé, si ha sonado un teléfono, si alguien ha tosido, no los he escuchado. Apenas los he oído, concentración.
Cadencias: claridad, un todo armonioso; ya habrá tiempo para el virtuosismo.
Y poco a poco comienza el crescendo; máxima tensión, llegando al cénit, a la cumbre.
Aparentando que me han desgarrado el alma, una nueva cadencia se deslumbra en el horizonte. Me atropella un poco la emoción, pero he salido ardiendo.
Y vuelve la reexposición del tema con pequeñas variaciones armónicas. Fallo, me equivoco, intento ocultarlo y no pasa nada.
Y apago la música. Disminuyo, me calmo, ya he gritado mucho al mundo, ya he demostrado mi pasión. El piano calla, me mira y aplaude junto al público. Le sonrío primero a él.
Reverencia, algo clásico.
Sinceramente, separarse del piano al final es lo más costoso de la audición.

10 de junio de 2011

¡La espectación!

Dentro de 3 horas estaré viajando rumbo a Grecia, va a ser un viaje de fin de curso inolvidable...

Y todos pensarán que será lo típico de estos viajes, parte histórica y caminatas por el día y fiesta (y beber, y ver a los demás beber, y vuelta a beber...) por la noche. Yo tengo el presentimiento de que no será así.
Tengo la sensación de que será inolvidable no sólo por lo típico; sino por todo lo que podré ver...
Y es que uno piensa que al irse de viaje vas a relacionarte, a aprender, y otro tipo de cosas. Pero en realidad, sentiré. No me limitaré a ir de un lado para otro, comiendo y haciendo fotos.
Sentiré la cuna de nuestra civilización, sentiré el pasado, el mustio presente y el espectante futuro de sus tierras. Sentiré a muchos más ciudadanos del mundo, y sentiré la emoción de los compañeros de a diario.
Otro craso error de todo el mundo es pensar que al irse de viaje aprenderás de ese entorno, y sin embargo del que más acabamos aprendiendo es del que huímos. Este maldito pueblo, esta caótica Iglesia maximizada en la que me encuentro (por poco tiempo), será el foco de mi pensamiento durante casi toda la ruta. Paradójico.

Y es que observar consiste en comparar lo nuevo con lo de siempre.