30 de noviembre de 2013

Frágil y cándido

Dos coníferas mustias se hunden en la niebla.
Se retuercen de frío.
Gimen.
Nacen de su espesa soledad y perfuman sus sombras. 
Hubo una vez en que ellas multiplicaron su reflejos por necesidad. Pobre de ellas que mueren en sus pozos. Lo multiplicaron debido a la basta niebla. Y ahora no pasa nada, ¿vale? Ahora acicalan sus reflejos, los miman y los adoran para cuando revivan. Entonces esa multiplicidad será de alegría. 
Y se engañan pensando que el pozo es un acantilado. Que caen y llegan al mar, pero entonces no. Llegan a más oscuridad. Luego divisarán un oasis. Y el pozo se abrirá gracias a los reflejos. Pero solo por un instante. Será solo un momento. Otro más. Efímero. Tierno como el mejor pero finito y cruel. Eso constituye la niebla.
Se le quiebran un poquito más sus ramas.
Gime ella y su eco, y gime de pena hasta quién sabe cuándo.

16 de noviembre de 2013

Su todo

En esa belleza de ojos se encuentra el espíritu del mundo.
En su brillante mirada el placer y el misterio del pensamiento y la expresión se funden y me atraen inexorablemente.
Es etéreo, hondo y oscuro...
Parezco imbécil intentando describir algo totalmente inexplicable.
Pero es que es tan hermoso que ya no me queda llanto con el que rendirme a tal milagro.

15 de noviembre de 2013

Madrugada del tren

Seis de la madrugada.
No sopla el viento y el aire es fresco e intranquilo, como si una tormenta fuera a vecinarse.
Me encanta sentir los momentos de transición.
Ingravidez, palpitación adormecida.
Siento su sonrisa inundándome el corazón. La humedad de la esperanza y su rocío sereno.
Poco puede detenernos. Poco puede angustiarnos.
Nunca nada será imposible si de la voluntad depende.