28 de noviembre de 2011

Irreductible

He conseguido encontrar lo intraducible, cariño.
Aquel tesoro que aun escondido bajo miles y millones de rocas jamás permitió que fuese aplastado por una vida de constantes esmeros por ocultar y así desvirtuar mi fiereza.
Aquel rugido sutil y oculto que tú has encontrado en mí.
Y sin embargo, ahora me he quedado desprotegida.
Las palabras hermosas que brotan de mi bolígrafo me enternecen, agrandan mis momentos, que son los nuestros pues estoy viviendo en nosotros; aquellas escapadas románticas en soledad hacia mi mente, traducidas en mi libreta, son insuficientes, opacas y mueren ante mi incapacidad.
Simplemente no puedo describir lo que ha superado con creces mis expectativas de la hermosura, de la belleza encarnada en ti, del propio sentir en sí. Porque jamás pude haber pensado antes de sentirte como lo hago y como lo hice anteanoche que todo horizonte que había estado divisando hasta ahora era una simple línea que sobrevolaría al primer contacto contigo, con tu esencia, con tu pureza más profunda.
Y así me quedo, desolada, contemplando cómo ni la más hermosa metáfora podrá nunca describirlo; y como tú lo has conseguido y le has otorgado cuerpo en un papel. Grandioso tesoro es éste que procuraré guardar tan fielmente como toda sensación que vivimos.

Y entre mi desolación encuentro un fulgor resplandeciente que siempre me brindará mi corazón.
El saber que lo vivimos y que nunca se negará en el tiempo.
El anhelo de mantenerte por siempre fundido en mí.
Y lo bello que es el hecho de que sea, al fin y al cabo, irreductible en mis meras pretensiones descriptivas.

22 de noviembre de 2011

Vegetales matinales

Leer, entender, subrayar, esquematizar, estudiar.
Vuelta a empezar. Ahora, con el siguiente tema.
Leer, entender, subrayar... esquematizar... y estudiar.
¿Mañana, examen? ¡Qué dices! No...

En efecto, no tiene sentido. Es una cárcel matinal deshumanizadora y grotesca. Es el tener que levantarse cuando aún no brilla el sol, el ducharse si quieres mantenerte más o menos despejada las primeras horas, el vestirse sin mirar apenas el armario y desayunar viendo a tu perro dormir plácidamente.
No le encuentro sentido a este tipo de educación, si se le llama así. Se retracta en sus bellas finalidades teóricas de crear unas nuevas generaciones mucho más inteligentes y cultivadas. Sí, es verdad, nos quieren cultivar... En un huerto, todos iguales, para que de allí no nos movamos. Y yo soy una maldita verdura más.
Prohibida la opinión personal y todo modo de expresión en el que puedas discernir de la mayoría. Dedícate a leer lo que te impongo, a entenderlo, subrayarlo, esquematizarlo y, sobre todo, a estudiarlo por las tardes, Carolina.
Y ten cuidado, tampoco debes reírte mucho por los pasillos o parecer exaltada en clase. Eso son sentimientos, Carolina, y en este centro no se imparte clase de sentimientos.

Hablando sinceramente, jamás hubiera hecho caso de este tipo de recomendaciones. Jamás, en mi vida, hubiera dejado que me arrebatasen mi personalidad, mi libretita y la literatura que me traigo siempre que me da la gana. Y si verdaderamente pudieran imponerme, no iría.
Ahora, entonces, ¿por qué este tipo de rabia, Carolina? ¿Acaso te importa lo que opinen los demás sobre tu acusada personalidad?
No.
Es que me importan los demás. Es el pararme a observar a la gente que me rodea cada mañana, y sentir que podrían expresarse como cada uno de ellos se sintiese verdaderamente, con su identidad. Y sin embargo, casi todos optan por adoptar la identidad estándar del alumno medio.
Y si yo expreso mi opinión personal, el alumno medio estándar debe extrañarse o hacer oídos sordos.
Chicos, miradme raro, adelante, no me importa que me miréis. De hecho, aquí estoy para que lo hagáis. Pero aportad vosotros también vuestras imperfecciones, y no penséis que por identificaros plenamente como vosotros mismos vais a ser algo así como raros.
Ya me veis aquí, tan humana y tan común.
Si me veis rara es que vosotros lo sois conmigo. No os avergoncéis.
Y si me veis loca, habrá que sacar la bella y tranquilizadora conclusión de que tanto yo, como tú y como el resto; todos, estamos igualmente locos.
En definitiva, no dejéis que esta "enseñanza" reprima vuestra locura.

20 de noviembre de 2011

Marea...

Latidos del corazón... Emoción palpitante, el suspense se respira en el aire. Hay gente que grita a lo lejos; no pueden reprimirse, no importa reprimirse.
Me apoyo en la barandilla lo máximo posible. Si me caigo quizá saldría volando. Estoy mojada de arriba abajo, despeinada, sulfurada y aún con lágrimas en los ojos, pero ya nada importa.
Es increíble por el simple hecho de ver a Kutxi Romero salir al escenario. La gente aclama, aúlla y grita. Bienvenido...
Estoy llena de energía, comienzo a cantar a viva voz cada uno de sus versos, dejándome la piel, adorando este estado vitalizante que me completa.

¡Duerme conmigo...! Ha empezado la intro de la guitarra y no reprimo un grito desgarrador. Me invade una fuerza desgarradora y el frenesí de la situación me hace arder.

Quiero rugir, y rujo... ¡Quiero desgarrar!

Corazón de mimbre... La introduce con unos versos maravillosos y comienzan los acordes... Un escalofrío me invade todo el cuerpo y me invade la melancolía y la suma belleza del momento. Las lágrimas asoman a mis ojos, es hermoso, pero le echo tantísimo de menos... Ciudad de los gitanos, Petenera...

Fue intenso y sorprendentemente efímero.
Pasó demasiado rápido y fue demasiado energizante.

Pero todo el concierto fue inmenso y salvaje, y me sentí desahogada...
Y además me dijeron hasta siempre... con perro verde.


16 de noviembre de 2011

Tuyo y mío...


Fue así aquel día, no tan lejano como me parece, ni tan cercano como quisiera que fuese.
Fue así aquel día que compartimos hasta el último momento con ahínco y con dulzura.
Fue así porque no podría haber sido de otra manera. Porque no fue casualidad o circunstancia nuestro amor, porque fue latente y ahora es perseverante, omnipresente, esencial, puro.
Porque observo su corazón en cada línea que tracé del dibujo que le hice mientras escuchaba su música. Porque no fue igual aquello que ningún otro dibujo que jamás haya hecho. Cuando paraba se sonrojaba, sonreía y hablaba atropelladamente. "Sigue, por favor...", le susurraba.
Y a pesar después de notar el frío y la dureza del suelo, ardimos, nos fundimos el uno en el otro hasta que la llama consumió nuestro anhelo.

Ahora, compartiendo su melancolía, recuerdo y anoto unos evocadores versos de Pedro Salinas...
Más allá de ola y espuma
el querer busca su fondo.
Esta hondura donde el mar
hizo la paz con su agua
y están queriéndose ya
sin signo, sin movimiento.
Amor
tan sepultado en su ser,
tan entregado, tan quieto,
que nuestro querer en vida
se sintiese
seguro de no acabar
cuando terminan los besos,
las miradas, las señales.
Tan cierto de no morir,
como está
el gran amor de los muertos.


1 de noviembre de 2011

Cosquillas

Cavaba mi padre con la azada un hoyo circundante al fino tronco del pino.
La hierba saltaba como fuegos artificiales y el sonido del metal al chocar contra las piedras me hacía estremecerme y cerrar los ojos involuntaria y violentamente.
Cuando el hoyo estaba lo bastante hondo, él me pidió que inclinara el tronco. Consideró cortar la última raíz a golpe de azada y doblando éste le sería más fácil.
Pero el primer golpe se desvió. Dio a parar contra la tierra y casualmente partió una piedra. De debajo de ella, por la grieta que había hecho, empezaron a salir hormigas.
Mientras, mi padre seguía a su labor.
Salieron más hormigas de las que me esperaba. Empezaron a corretear en fila y escalando las briznas del césped hasta alcanzar la altura de mis pies. Estaban todas debajo de mí.
De pequeña me encantaba aplastarlas. Tapaba con una roca o arrastrando tierra el hormiguero y aquellas que querían volver y que se aturdían al llegar hacia mí eran pisoteadas.
Ahora me río de todo ello. Si fuera verano y llevase sandalias, dejaría que me escalasen al pie. Cuando notara las cosquillas a la altura del tobillo, agitaría la pierna y caerían de nuevo al suelo, aturdidas pero ilesas.

De pequeña me gustaba conservar mi más íntima naturaleza. Adoraba sentirme especial y solía hacer chiquilladas para ocultar mis sentimientos.
Ahora me gusta demasiado ocultarme tras la vergüenza hacia la opinión y los prejuicios. Adoro sentirme rara y suelo hacer locuras para mostrar mis sentimientos.

De pequeña no sabía disfrutar de las cosquillas que te hacen las hormigas.
E ignoraba tantísimas cosas...