28 de noviembre de 2011

Irreductible

He conseguido encontrar lo intraducible, cariño.
Aquel tesoro que aun escondido bajo miles y millones de rocas jamás permitió que fuese aplastado por una vida de constantes esmeros por ocultar y así desvirtuar mi fiereza.
Aquel rugido sutil y oculto que tú has encontrado en mí.
Y sin embargo, ahora me he quedado desprotegida.
Las palabras hermosas que brotan de mi bolígrafo me enternecen, agrandan mis momentos, que son los nuestros pues estoy viviendo en nosotros; aquellas escapadas románticas en soledad hacia mi mente, traducidas en mi libreta, son insuficientes, opacas y mueren ante mi incapacidad.
Simplemente no puedo describir lo que ha superado con creces mis expectativas de la hermosura, de la belleza encarnada en ti, del propio sentir en sí. Porque jamás pude haber pensado antes de sentirte como lo hago y como lo hice anteanoche que todo horizonte que había estado divisando hasta ahora era una simple línea que sobrevolaría al primer contacto contigo, con tu esencia, con tu pureza más profunda.
Y así me quedo, desolada, contemplando cómo ni la más hermosa metáfora podrá nunca describirlo; y como tú lo has conseguido y le has otorgado cuerpo en un papel. Grandioso tesoro es éste que procuraré guardar tan fielmente como toda sensación que vivimos.

Y entre mi desolación encuentro un fulgor resplandeciente que siempre me brindará mi corazón.
El saber que lo vivimos y que nunca se negará en el tiempo.
El anhelo de mantenerte por siempre fundido en mí.
Y lo bello que es el hecho de que sea, al fin y al cabo, irreductible en mis meras pretensiones descriptivas.

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