4 de diciembre de 2011

Molestias

Cuando enfermo, mi visión del mundo se distorsiona. Todos esos súbitos arrebatos emocionales que tanto me gustan experimentar desaparecen. Si acaso siento alguno, se intensifica momentáneamente el dolor de cabeza. ¿Y qué ventajas observo cuando estoy mala? Quizá sea por mi situación sentimental, que me embriaga de positivismo y alegría, el que exalte todo lo que observo y busque el lado bueno en todo. Y ahora que estoy un poco enferma me afano en valorar estos aspectos.
Cuando enfermo, me apetece trascender a los estudios y al trabajo. Adopto una pose de indiferencia y, pasando desapercibido, me limito a observar, pensando. Y como es menos acusada la influencia de mis sentimientos al pensar, lo comprendo todo mucho más objetivo; y aunque es todo más hermético, me resulta curioso. Porque en realidad todo es curioso incluso cuando la gente se afana en transformarlo en banalidad.
Además de todo esto, me expreso mucho menos y hoy no he hablado prácticamente nada durante todo el día, lo cual también me hace recapacitar sobre la comunicación. Siento excesivo todo lo que habla la gente, todo lo que hace, todo lo que expresa. Me da un poco de rabia también.
Quizá sea porque me gustaría poder expresarme tanto ahora mismo. Hablar y hablar sin parar, sin impedimentos físicos, sin molestias.
Pero sobre todo, desearía vivir tanto como viví ayer...

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