18 de diciembre de 2011

Muescas en la piel

Jamás me había sentido tan amada y tan amante. Nunca me había querido rendir con tanta libertad, dar y mostrar todo mi yo a quien completa mi ser y mi identidad. Y ahora, sintiéndole junto a mí, me siento más yo que nunca.
Quiero potenciarme, quiero hacerle feliz y quiero sentirme así por siempre. Es una certeza inmensa, una pasión incontrolable y un romanticismo desbocado e infinito...
Puedo palpar ahora mismo bajo la ropa las cuencas que presionan mi piel. Siempre que me quito la pulsera al ducharme, me deja unas suaves muescas en la piel que adoro acariciar pausadamente. Quizá sea un simbolismo tan minimalista y romántico que no pudiera evitar contárselo a nadie sin recibir como respuesta una sonrisa burlona o una carcajada amarga. Pero sé que en cuanto él lo supiera, se le dibujaría su brillo único en los ojos, y su boca, sincera, se curvaría para regalarme una amplia sonrisa. Y sé sin duda que me besaría, y quizá me cogería de la mano o acariciaría él mismo las muescas. Quién sabe. Probablemente, en ese momento, me abrazaría. Y me sentiría, de nuevo, la mujer más dichosa del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario