15 de abril de 2012

Confesiones por una obsesión

Quizá sea el efecto que produce la nostalgia. Quizá hoy me he levantado con el pie izquierdo, o he dormido mal.
Sólo sé que estoy cansada. Muy cansada...
No me lo explico. Me está yendo todo verdaderamente bien. ¿Por qué soy así? Tan... exagerada.
No es únicamente el hecho de que me encuentro sola. Ya me ocurre, semana tras semana, cuando me separo de él. Pero eso ya es normal,  sé afrontarlo con madurez y cubriendo mi tiempo con el piano.
Ahora es un algo más. Un algo dentro de mí que desea que toda esta nostalgia fuera porque esos momentos fueron totalmente perfectos... Pero no, no lo fueron.
Este año todo el trabajo que llevo requiere que tenga muy pocas horas de descanso. Toda la mañana ocupada en el instituto, media tarde con el piano y la otra media con conservatorio o con estudio para los exámenes, más las horas de música moderna y los nervios de las audiciones. Y varias personas a mi alrededor ya me han comentado su estrés y sus ganas de que llegue fin de curso llevando una sola de las cosas que yo llevo.
Pero eso tampoco me importa. Pocas veces me quejo. Valoro muy bien la educación y también estoy acostumbrada a todo esto... Me sé organizar.
Sin embargo todo este tiempo de dedicación y esfuerzo, todo este sacrificio de horas de ocio, de lectura, de amigos o de amor, poco a poco hacen que aumente el valor de aquello que estudio, y que desee que los resultados sean siempre satisfactorios. Y estoy comprobando que me obsesionan.
No recuerdo haber puesto nunca la ilusión que puse cuando me dieron los boletines de este trimestre. Nunca me había relamido tanto del éxito de una audición, y nunca me habían dolido tanto algunas notas injustas e inmerecidas que tuve.
Pero me sorprende más mi reacción por el concierto del viernes. Jamás había llorado de amargura por la opinión de un oyente. Bajé del escenario sintiendo gratificación y salí del edificio frustrada y resentida, pues aquella opinión fue como una brutal confesión de lo que a muchos les habría parecido la actuación. A todo se le sumaba que era de mi amor. Y yo, esforzándome horas y horas. Y yo, poniéndole ilusión...
Tonta de mí, por esperar compartir la música con la gente, por esperar que valoren ese tiempo que le dedico.
Al público se les da lo que quieren, no los resultados del trabajo de una obsesa de la satisfacción personal.
Yo, tan extasiada, tan trabajadora, tan repulsiva que puedo llegar a parecer. Tan tonta soy, que a veces olvido que el premio por mi trabajo me lo doy yo misma a mí misma.
Y que a veces debería saber valorarme más y ser menos vulnerable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario