20 de enero de 2012

Robar

Robamos de manera insistente. Robamos puntualmente la sonrisa de cualquier desconocido, robamos sin permiso risas ajenas, robamos historias, cogemos palabras, formas o gestos de otra gente. Los arrebatamos y los hacemos nuestros.
Por simple anhelo.
Por buscar ser nosotros mismos en otros.
Por el placer de robar.
Frases, muecas, miradas...
Pero por más que tú o yo hayamos robado todo ello, jamás, jamás habrás podido robar una emoción. Por más que hayas querido, nunca has podido quitarla y adueñártela. Eso nos da a pensar que tienen, ellas, las emociones, un valor superior que las hace únicas e irrepetibles...
¡Que es imposible robar una emoción!
Porque por más que la desees, al querer adueñártela siempre, siempre, siempre, la acabarás compartiendo.


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