13 de marzo de 2012

Maldita chuchi...

Te quiero, maldito perro, te quiero.
Tu sangre era límpida, pero tus ojos vidriosos. Y los quiero, los quiero.
Tu pelo áspero se arremolinaba junto a la gasa.
Sorpresa, susto, desconcierto, horror.
Tristeza...
La venda te presionaba. Como mis brazos.
Porque en todo momento te quiero, te quiero con locura, maldito perro...
Porque te quiero más de lo que creía.
De lo que creía antes de pensar que tendrás un fin...
Pero ahora no.
Ahora, no.
Ahora me dedicaré a quererte, a quererte mucho, más y más en todo momento.
Ahora te veré saltando y cada saltito será un grito de júbilo, por tu vida.
Porque tu existencia, maldito perro, me hace las comidas amenas.
Darte trocitos de comida bajo la mesa, tirarte la hamburguesa, tocarte las orejitas, invitarte a tumbarte junto a mí en el sofá. O cuando me escuchas tocar el piano, perro, es maravilloso.
Y ni una lágrima, ni una más derramaré delante tuyo. Pues sé que tú, con esa maldita sensibilidad que muestras, sientes mi lloro como pocos seres en el mundo...
Así que basta, maldito perro.
Vive como hasta ahora, feliz, única.
Mueve el rabo, ¡ladra!
Porque te quiero, maldito perro, porque te quiero...

No hay comentarios:

Publicar un comentario