20 de mayo de 2012

El torbellino del fin de semana

Viernes y sábado son los dos días de la semana en los que sufro los torbellinos de emociones más acusados, más destructivos o embriagadores. Son  normalmente los dos días más intensos porque escapo un poco del estudio, de lo cotidiano. Pero este viernes y este sábado han sido incluso de los más intensos que he tenido últimamente, y recurro a una pequeña narración recopilatoria a modo de diario para sentir todo esto más mío, y explicarme por qué esta sensación de libertad que me recorre ahora la mente.
Comenzó el viernes como un día normal, sin pararme a pensar si quizá esa audición fuese a desencadenar uno de esos temidos torbellinos destructores. Una vez te pasas cuatro días de estudio intenso, entre los exámenes finales y esa audición, no esperas que te salgan mal las cosas, al menos mientras estudias, para no perder el ánimo, para pensar que se ve recompensado el esfuerzo. Sin embargo cuando ves desplomado todo ese trabajo por una falta de concentración momentánea, a la que le siguieron escasez de expresión,  fallos de memoria, errores normales y otros no tan normales, ... Entonces es cuando llegan la impotencia, la rabia y la decepción (en ese orden). Me levanto mirando al vacío, y me esfuerzo por mirar al público, a los testigos, consiguiendo una mirada no fiel a mis sentimientos interiores, enzarzada en una lucha interior, clavándome las espinas de esa sensación que me dejó lo que acababa de hacer al piano y que no se correspondía con el trabajo que le había dedicado. El temblor de las manos, esa lágrima y mi intento de encerrarme en mí misma.
Pero no acabó ahí el torbellino de emociones. Más tarde, al asistir al concierto de Ara Malikian, volví a sentir esa magia embriagadora de la genialidad, de la música, de la armonía y del carácter de ese gran violinista. Sus ojos centelleantes, llenos de vida y de misterio, me hicieron pensar sobre lo cercanos que pueden ser músicos de ese nivel, que tantas otras veces me parece que están en un podio elevado e inaccesible. Me hizo pensar sobre la locura con sus ademanes, sobre lo exótico con todas sus disonancias, sobre la excentricidad. Fueron quizá estas experiencias el paréntesis entre la desmotivación y la llamita de esperanza. Una pequeña ilusión que sentí posteriormente, en las fiestas de Petrer, con las pequeñas muestras de cercanía por parte de los amigos de Samuel que me acompañaron toda la noche. Al fin y al cabo, con la presencia de él durante toda la noche, sabía por puro amor y por experiencias anteriores que iba a ser genial, e iba a sentirme a gusto y amada, como fue en nuestra selva. Y así se sucedió el día, y tras él uno nuevo, el sábado, por el que me sentía emocionada por la compañía constante de Samuel y por las fiestas de la tarde. Se sucedió todo rápido y bonito en su casa, y san Isidro lo disfrutamos como pudimos (es decir, ¡mucho!). La luz y los rugidos cerraron todo este torbellino con cadencia perfecta, imposible de describir, y ahora, de nuevo, mi mente divaga en unas últimas palabras, que quizá hayan sido las que me han dado esta sensación de libertad: "Desde que te tengo, siento como si mi vida comenzara a definirse sobre la bruma, con nitidez, repleta de luz... Con tu aura allá donde voy."
Y ahora veo todo este torbellino de colores autoidentificándome, y sonrío sintiéndome viva, dueña de todo esto, escalando sobre la nostalgia, ágil.

2 comentarios:

  1. qué alegría ^^ me gusta que la gente sepa disfrutar de la vida...

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  2. Y todo el mundo debería poder y saber hacerlo...
    :)

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