25 de septiembre de 2012

Nueva libreta, nueva historia.


Busqué entre varios modelos la que tuviera la portada más bella, la más viva y la más expresiva de todas. Había algunas que parecían manteles de cocina, otras bastante poco creativas, e incluso vi una cuyo dibujo parecía esa parte con cipreses de la Noche estrellada de Van Gogh... Era bonito. No esperaba encontrarme con un Van Gogh entre los dibujos de personas con discapacidades mentales (yo sinceramente admiro su creatividad), a veces los infravaloramos, otras veces, ni siquiera nos paramos a valorarlos.
Pero este lo vi, y me encapriché.
Así, rápido, sin dudas, estaba mirando ese puestecito del mercado medieval de Petrer, buscando lo que suelo buscar (collares, sobre todo, me encantan...) y le eché un ojo a todas esas libretas apiñadas, acordándome de la que ya gasté hoja tras hoja, la que llevé en mi estuche durante todo el curso. La portada era de color rojo vino, lisa, con las anillas en la parte superior, y escribí con tinta negra mi nombre y apellidos. Bastante formal, demasiado seria para mí...
Así que esta libreta es otro cuento.
Esta libreta no la comienzo con críticas hacia Platón ni con desengaños amorosos.
Esta libreta la comienzo con más experiencia, con más ilusión.
El sol, la clave de sol, las flores de colores y la negra... Lo interpretó mi mente en una milésima de segundo y le gustó, vaya.
¿Qué sensación os da? ¿Qué creéis que habrá escrito en ella dentro de un tiempo?

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