2 de octubre de 2011

Mis incongruencias. Mis jolgorios.

Podría haber sido una borrachera cualquiera. La primera, y muy divertida...
Sin embargo esta tarde me han asaltado los recuerdos de anoche y he empezado a conjeturar, a reflexionar y a analizarme a mí misma un poco más que de costumbre. Creo que no era todo un sinsentido y que atendía a mi estado emocional.
Lo recuerdo todo a trazos.

Un trazo azul: el fuego.
La mirada pícara del camarero. Cogió un mechero y les prendió fuego. Del vasito salió una tenue llama azul, y fue uno de los momentos "petrificados", como me gusta llamarles. Cuando tomas una especie de fotografía mental al instante, sin premeditación alguna, y tu mirada se queda parada también en el tiempo, perdida y atenta. Todo esto en la magia de una macromilésima de segundo.

Un trazo gris: la acera por donde pisábamos.
"Ando raro", repetía constantemente. Mis zapatillas negras con sus cordoneras de un blanco brillante me mareaban. Quería mantener un paso recto, pero no el paso con el que andaba. Mis pies me daban igual. Me bullía la cabeza de pensamientos e intentaba reordenarlos. En vano.

Un trazo lila: los focos.
Siempre será lila, no cambiará. No, siempre va a ser igual... Siempre igual... Sé que todo esto esconde algo. Sé que significa algo, y sé a lo que me refería. Y hasta que no llegó el momento en el que sentí el calor, no lo pensé. ¡Tonta, el cambio es siempre lo eterno! Tonta, es azul, ¿cómo no va a serlo...? Y así, las bellas coincidencias me hicieron sonreír.

Y numerosos trazos más, superpuestos unos sobre otros en una noche caótica e interesante. Sin pudor, hablé como me gustaría hablar. Sin miedos, con todas las incongruencias amontonadas, con mi pequeña dosis de demencia, que nadie lo entienda,... Y entre innumerables risas sin sentido.

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