22 de agosto de 2011

La esperanza

Para mi bien, todo fue un simple episodio, desagradable pero efímero, como todo...

No conocemos el futuro y nos olvidamos por un tiempo del presente. Pero el presente era nosotros, y aunque fuera desfavorecedor o desalentador, el presente nunca es incierto. Lo conocemos, siempre, pero no su rumbo, no su futuro. Por ello, solemos entristecernos y pensar que la esperanza responde a este rumbo. No, nunca. La esperanza corresponde a la posibilidad, y la situación nunca está acabada por el simple hecho de serlo, de existir en su significado.

Así, la esperanza es un medio. Es una guía... Es un siempre podrá. Y un nosotros siempre nos envuelve...


Además, los recuerdos de aquel estado de ánimo, de las sensaciones que describí los últimos días, me hacen rememorar unas páginas de mi libretita, que escribí en Benicassim pensando en cómo se alternan la noche y el día en mi corazón, inspirándome en unos momentos reflexivos que tuve junto a un amigo bajo la noche de Ibi, y bajo sus estrellas:

Ni siquiera el mar alcanza las estrellas,

ni el árbol más alto

ni el sentimiento más fuerte

llega a ellas.

Las estrellas se ríen con sorna,

se mofan de nuestras esperanzas presentes y para consolarnos nos regalan noches futuras,

magia estrellada, estrellas añoradas...

noches de melancolía bajo el cielo nocturno,

de reflexiones taciturnas y brillo en los ojos.

Y mientras nosotros les sonreímos, ellas nos lloran al cielo oscuro

y éste, expandiéndose, llama a los grillos, a la brisa, al misterio;

y todos juntos, necesitados de luz

piden a la luna que deje alzarse al sol,

llegando su final y nuestro principio:

el Día.


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