24 de agosto de 2011

"¡Dios ha muerto!" frente a "¿Dios ha muerto?"


De una manera u otra, los hay que lo creen presente, lo veneran, se arrodillan y, de alguna manera, lo ven. Le hacen un hueco entre sus preocupaciones y lo invitan a otorgarles felicidad a cambio de fe incondicional. ¿Incondicional...?

Recientemente fui sorprendida por una creyente. Estaba jugando y haciendo burla a una escultura despreocupadamente y ella, detrás, sonreía cordialmente aunque preocupada. Sufría pero quería permanecer ajena a la imagen. Me aparté incómoda sin pensar que le preocupaba más de lo aparente. Pero fue así, como pude comprobar acto seguido.
Me aparté, nos apartamos, y una vez sentada a la orilla del río me di la vuelta. Estaba limpiando la estatua con toallitas, de arriba a abajo, y poco a poco lograba sacarle brillo a los pies de aquel monje de bronce.
Y sin decir absolutamente nada, se fue andando, ligera, con la cabeza algo agachada pero con la mochila bien asida, de donde había sacado sus impolutas toallitas...

-Si Paulo Coelho hubiera estado en la escena, no hubiera tardado en redactar un bonito libro inspirándose en todo esto. Él sabe muy bien cómo destapar la moral casi perdida de la religión, y cómo mitificar el espiritualismo. Allá hubiera ido el guerrero de la luz...-

Me la imaginé con su sonrisa y su pasividad yéndose por el empedrado de Praga hasta llegar al bosque del pie de la montaña, donde se desvanecería con su sonrisa de fantasma y su presencia de fantasma. Y al momento de desvanecerse, caerían todas las toallitas sucias y volarían hasta donde estuviese yo, "A orillas del río Moldava me senté y observé".
Pensé que Dios había muerto, lo sentí. Y pensé que le estaba limpiando la tumba, trayéndole un ramo de flores a su lecho...
Con todo mi respeto, descanse en paz. Los hay que le guardan pleitesía y siguen hicándose las rodillas. Por mí, de acuerdo. Y hasta que deje de ver las toallitas volando sobre mí, seguiré creyendo en la existencia de las sonrisas de fantasma.
En la de Dios, no tanto.

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