13 de septiembre de 2011

Tonta.


Así me acuso, y me acusaré para siempre por este grave error. He desconfiado de la Confianza en persona, escondí ante mis narices el sentido al amor, el más ardiente de este mundo... hasta que le he mirado los ojos.
Es infinito amor, es rebosante, siempre espectante por verme sonreír y por sacarme algunas risas. Se me empañaba la vista, empezaba a bajar la cabeza, angustiada por todo el huracán de sentimientos que estaba experimentando, y me cogió de la mano. Hablamos, me abrazó.
Se va...
Lo he comprendido, y lo comprenderé durante su ausencia. Será duro, es cierto, pero siempre me quedará la certeza de saber que, allá donde vaya, conservará esta mirada. Conservará su corazón y siempre, siempre, me conservará a mí aquí, esperándole para cuando vuelva a nuestro encuentro.
Realmente, nunca habrá razón ni motivo alguno para sentirle lejos.
Siempre estará debajo de mi piel.
Entre la poesía, siempre en movimiento.



Siempre inefable...

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