Aquel escenario seco, en penumbra, en el que se sucedían las clases y las audiciones, en donde hacíamos un corro al piano y escuchábamos cómo, uno por uno, tocaba, fallaba y era corregido.
Aquel colegio cutre donde los pianos sonaban a clavicordios desafinados y todos nos apiñábamos por tocar.
Aquellas habitaciones donde sólo se dormía a partir de las 5 de la madrugada (con suerte).
Aquellas camas por las que nos escurríamos y donde hacíamos ruidos raros, por decirlo así.
Aquellas noches de reflexiones bajo los pinos y las estrellas buscando patitos tras la valla, y aquellas de salidas nocturnas y risas en los bares.
La emoción compartida y los nervios en las audiciones, el arrepentimiento y el aprendizaje, el compartir la música y la poca experiencia de cada uno.
Todo ello hicieron una mezcla mágica, que espero volver a repetir.
Y aquí se quedan los recuerdos, una vez más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario